viernes, 7 de septiembre de 2012

Rajoy, obligado a tomar una decisión que será difícil


TODO EL mundo cumplió con el guión en el día más esperado. Mario Draghi mantuvo tipos y confirmó que el BCE tiene todo preparado para comprar deuda de los países periféricos con el fin de abaratar su financiación. Eso sí, siempre que sus gobiernos lo pidan y a cambio de una «estricta condicionalidad». Por su parte, Angela Merkel se mostró «impresionada» -el mismo término que dirigió a Zapatero en diciembre de 2010 y a Monti el mes pasado- por las reformas del Gobierno español y recordó que ahora lo importante es que «los políticos hagamos los deberes».
Mariano Rajoy tampoco se salió de la plantilla. Ni afirmó ni negó que vaya a pedir el rescate y, por tanto, tampoco soltó prenda sobre las supuestas condiciones que ello significaría. Por ejemplo, dijo que no está en su cabeza «en estos momentos» tocar las pensiones y ni siquiera se refirió en su comparecencia a las prestaciones por desempleo. Dos de las grandes partidas de gasto que los analistas sitúan en primera línea de los nuevos recortes.

Con la de copias que el PSOE hizo y difundió desde el Gobierno, del vídeo de Exuperancia ¿Por qué quiere ahora censurar el de su concejala Olvido Hormigos?
A pesar de que los inversores conocían la mayor parte de estas decisiones, la prima de riesgo cerró en 447 puntos -había abierto la semana por encima de los 550- y el Ibex avanzó un 4,9% para situarse en niveles de abril. ¿Por qué esa euforia en la deuda y la Bolsa? Porque los mercados aplaudieron el espaldarazo que el BCE dio a la continuidad del euro. Ayer se escribió negro sobre blanco que la Unión Europea tiene un plan para salvar a España e Italia que no implicará el desembolso brutal que exigiría un rescate a la griega. Y que ese plan está aceptado por todos los países miembros a pesar del gesto para la galería del presidente del Bundesbank, que votó en contra en la reunión del consejo del BCE.
Pero este impulso del euro tiene una contrapartida para el Gobierno español. Pierde su principal argumento de defensa ante la embestida de los mercados a la deuda española. Porque en los últimos meses nos hemos cansado de oír a Rajoy cómo intentaba explicar que la insufrible subida de la prima de riesgo se debía a la incertidumbre sobre el euro más que a nuestros desequilibrios macroeconómicos.

A partir de ahora, pues, el Gobierno debe demostrar a los mercados que está empeñado en reducir el déficit y culminar las reformas inacabadas y sabe que el único camino si no lo logra es solicitar al BCE la compra de deuda española. Pero Draghi fue rotundo ayer al afirmar que su plan -adquisición ilimitada de bonos a corto plazo bajo ese programa de «estricta condicionalidad» económica- es un rescate en toda regla, con imposición de nuevos y duros ajustes.

El buen comportamiento de ayer de la deuda y la Bolsa puede inducir a pensar al Gobierno que con el anuncio de Draghi y su programa de reformas es capaz de mantener a raya la rentabilidad de los bonos. Es posible que gane unas semanas pero, a la postre, será la consecución o no del objetivo de déficit lo que mueva la deuda. Por eso, Rajoy tiene ahora ante sí una difícil decisión: acogerse a la fórmula aprobada ayer por el BCE -con la humillación política que implica- y abaratar así el coste de la deuda o no pedir ayuda, con el peligro de mantener desbocada la prima de riesgo.
 epsimo y EL MUNDO

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