En la entrada que hoy
nos ocupa queremos volver a fijarnos en el padre de los niños
desaparecidos, Ruth y Jose. Lo hacemos para hacer referencia a un
síndrome del que mucho se ha hablado a raíz de este caso, 'El síndrome
de Medea'.
Antes de profundizar en el caso, buceemos en la historia mitológica
griega para explicar la trágica leyenda de Medea, arquetipo de bruja o
hechicera, con ciertos rasgos de chamanismo.
Medea era la hija de Eetes, rey de la Cólquidia. Y su leyenda
comienza a fraguarse cuando el héroe Jasón, al frente de los argonautas,
llegó a Colquida en busca del vellocino de oro. Fue entonces cuando
Medea se enamoró desesperadamente de él y, a cambio de la promesa de
Jasón de una fidelidad duradera y de llevarla a Grecia con él, se sirvió
de sus poderes mágicos para permitirle engañar a su padre y obtener el
vellocino.
Pero aquella promesa de fidelidad duradera se terminaría cuando Jasón
rechazó a Medea y se casó con Glauce, hija del rey corintio. Pero la
hechicera no soportaría la ruptura de fidelidad y mataría a Glauce,
enviándole un vestido envenenado. Acto seguido, Medea mataría también a
sus hijos. De este modo, Jasón se quedó sin mujer y vástagos haciéndose
desgraciado. Por su parte, Medea se suicidaría.
Cuando José Bretón Gómez se casó con su ahora ex mujer Ruth Ortiz,
este como Medea, pensaba que iba a ser para toda la vida, que la madre
de sus hijos nunca se separaría de él. Como redactó el propio Bretón en
una carta que mandó el día antes de la desaparición de los menores junto
a un ramo de rosas a la madre de los pequeños desaparecidos. En este
fragmento se puede percibir la obsesión que tenía por estar con ella al
describir los recuerdos que tenía de cuando comenzó a salir con Ruth:
"Recuerdo el día que te dije. "Ruth,
quieres salir conmigo", a una chica como tú especial, romántica, tierna,
quería que todo fuera especial. El corazón me latía como nunca de
rápido, bombeaba la sangre con una fuerza... parecía que se me iba a
salir por las costillas, eso no me importaba. Sentía que los golpes eran
tan fuertes que me llegaban a la garganta. Temía que me impidiera
hablar. Cuando me dijiste, con esa voz que sí, casi levito del suelo que
piso. Y cuando cogí algunas fuerzas y me di cuenta de todo lo precioso
que estaba pasando, te di un beso en los labios, entonces creía que
volaba."
Pero como sucedió en la mitología griega, Ruth Ortiz no cumplió con
el deseo de Bretón de mantenerse junto a él toda la vida. La obsesión de
Bretón con el orden y la limpieza, su extremada fríaldad, su carácter
distante, asocial y sobre todo autoritario provocó que la madre de los
niños desaparecidos rompiera con el matrimonio. Como Medea, José no
podía estar sin su mujer, sin su Jasón. Bretón no asumía las constantes
negativas de su ex mujer y el hecho de no recibir respuesta alguna tras
el envió de su carta, así como de las múltiples llamadas que realizaría
durante el mismo día que desaparecieron los menores pudieron precipitar
su presunta locura. Breton, una vez hubo quemado todos los recuerdos
que le 'trasladaban' a Ruth, atacaría donde más daño se le puede hacer a
una madre y a un padre que no sufriese este síndrome. Breton haría
presuntamente desaparecer a sus dos hijos. ¿Un recuerdo más que
olvidar?
Otra de las similitudes con Medea podría haber sido el intento de
suicidio por parte de Breton hace unos días en la prisión de Alcolea.
Tras quitarle una cuchilla al compañero de celda que le vigila como
parte del protocolo antisuicidio, Bretón se hizo dos pequeños cortes en
la muñeca y en el hombro. Pero más que un intento de suicidio podría
calificarse como una llamada de atención, un reclamo para la madre de
los menores. José Bretón sabe perfectamente que si emula el final de la
hechicera Medea, el paradero de los niños, su secreto desde hace ya mas
de cuatro meses, se irá con él para siempre.
Desde 'crimenycriminologo' queremos añadir una posibilidad más. Si la
obsesión de José Bretón por su ex mujer es tan fuerte que hasta haría
presuntamente desaparecer a sus propios hijos, no sería extraño pensar
que Bretón supiese que la única forma de poder ver y hablar con Ruth
Ortiz y reiterar sus afán de volver a ser una familia fuese entrando en
prisión guardando ese secreto tan grande y doloroso. Manteniendo ese
vínculo en base a un macabro hilo. Y es que si José descubriese el lugar
donde se encuentran los menores, la única imagen y voz que tendría de
Ruth sería la de su imaginación entre las cuatro paredes de la celda de
su prisión.
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