
El líder del PSOE, conocido por su rapidez de reacción a la hora de exigir responsabilidades al Gobierno, evitó pronunciarse el lunes esgrimiendo todo tipo de excusas. Dijo que no conocía la información (publicada a cinco columnas en nuestra portada), que había dedicado el fin de semana «a ver Juegos Olímpicos», que al estar en Alemania no era el momento... Ante la insistencia, lógica por la gravedad del asunto, zanjó: «Tendremos tiempo de hablar de ello».

Los nuevos detalles que vamos conociendo del caso son inquietantes. Hoy publicamos que los directivos de Interligare tuvieron abiertas durante tres meses las puertas del complejo policial de Canillas, sede de todas las brigadas centrales. Todo ese tiempo manejaron «información sensible» de las bases de la Policía, según detallan los investigadores. Tal privilegio les fue concedido para que elaboraran un informe sobre la Memoria Histórica encargado por Garzón, amigo de algunos consejeros de Interligare. La conclusión de ese trabajo es que hubo entre 130.000 y 150.000 víctimas del franquismo. Resulta sorprendente que una labor así tuviera que encargarse a una empresa privada en lugar de a la Policía. Por el informe se pagaron 100.000 euros. El presidente de la Audiencia Nacional también debería justificar ese gasto.

Ante
la acumulación de datos comprometedores para Rubalcaba, los dirigentes
del PP insistieron ayer en reclamarle una aclaración. El portavoz en el
Congreso, Alfonso Alonso, pidió una «explicación política y pública».
Cospedal, por su parte, ahondó en la tesis del espionaje. Dijo que los
datos que ahora salen a la luz demuestran que las «sospechas» que
denunció en su día de pinchazos telefónicos a dirigentes de su formación
«no eran tan infundadas como se dijo».
Cada día que pasa, el silencio de Rubalcaba se vuelve más escandaloso. Ha llegado el momento de que la transparencia y ejemplaridad que prescribe a los otros se las recete a sí mismo.
Cada día que pasa, el silencio de Rubalcaba se vuelve más escandaloso. Ha llegado el momento de que la transparencia y ejemplaridad que prescribe a los otros se las recete a sí mismo.
epsimo y EL MUNDO
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