lunes, 2 de julio de 2012

Una gesta única, un ejemplo para todo el país... y los guiñoles ¿que opinan de ésto?
































LA VICTORIA de España anoche en Kiev ante Italia convierte a nuestra selección en la primera en lograr dos Eurocopas y un Mundial de fútbol consecutivos en la Historia. Ni siquiera la mítica Alemania de Beckenbauer fue capaz de conseguirlo. Este paseo triunfal que va desde 2008 a 2012 instala definitivamente a España en la élite del fútbol mundial. Ya no habrá campeonato, al menos en la próxima década, en el que la selección no figure entre las favoritas.
El diario Wall Street Journal desvelaba hace unos días que, de alcanzar esta Eurocopa, esta España sería el mejor equipo de la Historia, incluyendo los de otros deportes colectivos como el baloncesto o el béisbol. Estamos, es cierto, ante una generación de futbolistas difícilmente repetible, pero lo determinante es que hemos encontrado un modelo. Ahora es fácil advertir un genio en Iniesta o en Silva, pero hasta hace muy poco ese perfil de jugador era postergado por su escasa presencia física. La gran aportación de España al fútbol en el siglo XXI ha sido demostrar que se puede competir y ganar dando prioridad a la técnica sobre el músculo.

¡Yo soy español, español, español! ¡Yo soy español, español, español! ¡Yo soy español, español, español!
Fue Luis Aragonés, criticado en su día, quien tuvo el valor de renovar la selección y apostar por un estilo de juego muy definido, basado en el control de la pelota. Dio así una nueva identidad al combinado nacional que su sucesor ha tenido el mérito de mantener. Del Bosque ha ido incorporando jugadores dentro de esa filosofía y ha ensamblado un gran bloque. Para ello ha sabido borrar la rivalidad entre futbolistas que el resto del año están compitiendo encarnizadamente en diferentes clubes por los mismos objetivos. Los números hablan por sí solos. El balance de Vicente del Bosque en partidos oficiales es de 32 victorias, dos empates y sólo dos derrotas.
Pero no menos importante es el ejemplo de deportividad de nuestros futbolistas. Han sabido dar la mano al contrincante, ganar sin aspavientos, comportarse como personas y no como estrellas, lo que les ha llevado a conquistar el afecto hasta de los no aficionados. Pudieron echar a Italia en la primera ronda pactando un sucio empate con Croacia, pero prefirieron ganarle anoche por goleada.

La magia del fútbol ha hecho el resto. Detrás de la selección hay todo un país. Baste decir que la tanda de penaltis contra Portugal fue seguida por 18 millones de espectadores, récord de audiencia televisiva.

A unos, la selección les ha permitido expresar en público su orgullo de ser españoles en un momento en el que los demás ámbitos no dan muchas oportunidades para presumir. Otros, acomplejados, han sustituido sistemáticamente el nombre de España por el de La Roja, como para no herir las susceptibilidades de unos nacionalistas incómodos ante cualquier símbolo positivo de unidad. Los nacionalistas tienen razón al temer al fútbol. Es un buen antídoto para el separatismo.

Queremos creer que no habrá sinvergüenzas que traten aún de desunir a estos jugadores con
 mezquinos planteamientos para romper una selección que ha demostrado que la suma de la diversidad y la unidad son decisivos para ser grandes en Europa.
epsimo y EL MUNDO

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