
Rajoy propuso a sus señorías todo un programa de investidura, en una prueba palpable de un error anterior: el de ayer era el plan de gobierno que necesitaba España hace siete meses, cuando asumió el poder. Entonces, Rajoy prefirió anteponer el interés del partido, que se enfrentaba a las elecciones andaluzas, al general de la nación y retrasó medidas clave, con lo que perdimos un tiempo precioso y ha tenido la rémora del aumento hasta límites insostenibles del coste la financiación pública.

Pero el nuevo ajuste del Gobierno español reproduce prácticamente punto por punto las recomendaciones de Bruselas en el procedimiento abierto a España por déficit excesivo. Rajoy convirtió ayer en autoimposiciones esas sugerencias: «Hago lo único que se puede hacer para salir de esta postración. No pregunto si me gusta», dijo con brutal sinceridad. España asume así condiciones similares a las de un país rescatado aunque los hombres de negro crucen la frontera con un estatus diferente al de la troika.
En cuanto a la reforma de la Administración, apenas aparece esbozada la de los ayuntamientos. Es buena idea la reducción del 30% del número de concejales y esa medida se debería aplicar también en los Parlamentos regionales. Rajoy sólo se ha quedado corto en el tema crucial del modelo de Estado y ha optado por no reformar la Constitución ni rebajar el poder de las autonomías con leyes orgánicas. Fía el éxito del ajuste regional al control presupuestario que impone la Ley de Estabilidad y a la condicionalidad macroeconómica que tendrán que aceptar los gobiernos que se acojan a los hispabonos. Hoy hay una importante reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera de la que debería salir un plan de recorte de gastos concreto para cuadrar las cuentas autonómicas.
Al Gobierno le queda explicar de dónde van a salir los 65.000 millones, porque con las medidas que ayer anunció el presidente no se llega ni con mucho a esa cifra. Los próximos consejos de ministros serán claves para ir viendo el margen de maniobra real. Con la reforma financiera encarrilada -lo que generará confianza- y la apuesta más decidida para controlar el déficit, Rajoy pudo jugar ayer su última baza para evitar un rescate en toda regla. Ahora depende de que Mario Draghi constate ese compromiso, actúe comprando deuda como a finales de 2011 y consiga aplacar a los mercados.
epsimo y EL MUNDO
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