domingo, 17 de junio de 2012

La soledad de Dívar y el futuro del Poder Judicial



































CARLOS DÍVAR se vio ayer abocado a tomar esa decisión «contundente» que formalizará en el próximo pleno del Poder Judicial -su propia dimisión- cuando constató que ha perdido el apoyo de la mayoría de los vocales del órgano de Gobierno de los jueces.
Como dijimos anteayer, la decisión del Tribunal Supremo de inadmitir la querella por malversación dirigida contra él había dejado sin base objetiva la propuesta de destituirle. Todo indica que Dívar abusó de una norma poco estricta para cargar al Consejo gastos de carácter privado o como mínimo de dudoso encaje en el ejercicio de su cargo.

Pero la falta de relevancia penal de esa conducta dejaba el desenlace del episodio al albur de la conciencia y estrategia de los vocales del CGPJ. Dívar podía haber sido censurado, requerido a devolver los pocos miles de euros cuestionados a lo largo de los años o forzado a dimitir. Era una cuestión de ética personal y estética corporativa.

Bien está que, obviando otras consideraciones de carácter institucional, la mayoría de los miembros del CGPJ haya puesto el listón tan alto, lanzando el mensaje de que en estos tiempos de crisis cada gasto de un euro público debe estar plenamente justificado. Pero sería más convincente su actitud si viniera acompañada de una declaración pública de los viajes y gastos de cada uno de ellos, pues en el entorno del Consejo se da por hecho que Dívar no era el único en aplicar ese criterio laxo. Transparencia, sí, pero para todos.

Rubalcaba está detrás, el indeseable Gómez Benítez no se habría movido sin su consentimiento
Pocos de quienes conocen el juego de fuerzas que rige nuestra hiperpolitizada judicatura dudan, por otra parte, de que la suerte de Dívar habría sido muy otra si hubiera llegado a la cúpula del CGPJ de la mano de la APM o Jueces para la Democracia. Pero Dívar había sido promovido por Zapatero, quien, sorprendiendo a propios y extraños, valoró más su independencia que su ideología; y a la hora de la verdad su soledad ha sido absoluta.
Es muy significativo que la conservadora APM haya sido el detonante de su caída, dando así el triunfo a un individuo de la catadura de Gómez Benítez, capaz de «vender» a ETA el chivatazo del Faisán, y a quienes no vieron motivo alguno de reproche en los cobros millonarios de Garzón mediante el truco de los cursos de Nueva York.

Pero es que el trasfondo de este episodio tiene mucho mayor calado que el juicio moral que merezca Dívar. Estamos en los prolegómenos de la gran batalla sobre el nuevo sistema de elección del Consejo, anunciado por Gallardón. Tras el periodo transitorio que con una u otra fórmula se abre ahora, terminará restableciéndose el espíritu del precepto constitucional adulterado por Guerra en 1985 y la mayoría del CGPJ será fruto de la elección directa de los jueces.

De ahí que sea tan importante que el Gobierno aprenda las dos lecciones que deja este desafortunado asunto: por un lado, el Poder Judicial debe tener un gobierno lo más austero y autoexigente posible; por el otro, poco se avanzaría si su control pasara de las manos de los partidos a los de unas asociaciones judiciales que en la práctica actúan como sindicatos de intereses y agencias de colocación de sus afiliados
epsimo y EL MUNDO

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