viernes, 29 de junio de 2012

Europa se prepara para darnos el beso de Judas. ¿Por qué llaman rescate al derecho de pernada?

Los hombres de negro empiezan a diseñar el ghetto de España
 Ya están aquí, llegaron ya los famosos hombres de negro, que vienen siendo una versión moderna, actualizada, de la Santa Compaña que aseguran que recorre las tierras galaicas algunas noches cerradas. Pájaros de mal agüero, réplicas de la parca que, según el personal más supersticioso, aparece de repente para llevarse al más allá a individuos encantados de estar en el más acá.
Ni siquiera esperaron a la larga y tempestuosa noche de bodas en Bruselas. Los han enviado por adelantado, horas antes de que Monti y Rajoy, con la bendición urbi et orbi de Hollande, le exigiesen a la UE medidas preventivas, preservativos por escrito, antes de iniciar íntimas relaciones financieras: la deuda del rescate a la banca no se computa a los Estados, la Eurozona deja de ser acreedora preferente, se permite pagar deuda con fondos europeos y se avanza en la creación de una “comuna” bancaria y fiscal.
Todo muy bonito, todo muy romántico, en una tórrida noche de europasión, mientras los agentes 007 de Bruselas, con licencia para meter las narices donde les plazca, dormían a pierna suelta en Madrid tras su primer día hurgando en los contenedores de basura financieros.
España e Italia se incorporan al Harén de la UE
 Ni siquiera es seguro que aflojen la pasta, si esos tipos deciden que no pasamos la ITV. Pero ya están aquí, con el país abierto de piernas, Rajoy y su Gobierno cerrando tratos opacos y el pueblo resignado a perder su virginidad sin saber cómo, cuándo y con qué condiciones vamos a entrar en el harén de países rescatados, que vigilan dos eunucos políticos a los que llamamos Van Rompuy y Durao Barroso.
Los rescates, hasta ahora, eran una violación velada que todavía no está regulada en los códigos penales. Penetraban a un país por todos sus presuntos agujeros negros, sin miramientos, sin vaselina, mientras los Gobiernos miraban hacia otro lado y ni siquiera negociaban, en las dichosas cumbres borrascosas europeas, medidas preventivas para que sus respectivos pueblos, lusos, irlandeses, griegos, no se llevasen después la sorpresa de que Europa no les había hecho un favor, sino un hijo de madera de esos que no vienen con un pan debajo del brazo, sino con una deuda para cuatro o cinco generaciones. ¿Y todavía le extraña a Europa, a la Merkel, que millones de anónimos europeos rescatados no se muestren agradecidos?
Llamaban rescate al derecho de pernada
Con esto del rescate, Europa había reinstaurado el derecho de pernada colectivo. La palabra suena de p. madre, ¡qué buena es Europa que ha acudido en nuestra ayuda! Pero luego se comparte un café con un portugués, una pinta con un irlandés, un Ouzo con un heleno, y se comprende que con amigos como Europa ya no se necesitan enemigos. Eso es lo que nos esperaba, quizá lo que nos espera aún a españoles e italianos, si Rajoy y Monti han dado el do de pecho en Bruselas con la única obsesión de salvar la imagen de sus respectivos Estados y dejar a merced de los leones a sus habitantes.
Una noche flamenca
 ¿Qué ha pasado, de verdad, esta larga noche flamenca de vino y rosas entre la inaccesible jet set de la política europea? ¿Han hablado de las personas, de la tragedia económica y psicológica del paro, de la frustración de los emprendedores, de la fuga de cerebros, de la sangría de jóvenes formados que extiende por el sur de Europa una epidemia de anemia sociológica? Porque si sólo han hablado de banqueros, de mercados, de macropréstamos, de cláusulas leoninas para devolver los créditos y mercaderes de Venecia decididos a cobrar sus deudas con carne humana, habrán dado un pequeño paso para la Europa de los Estados, pero han dado un gran paso para que millones de de habitantes del viejo continente se levanten una mañana de estas exclamando: ¡qué se pare Europa, que me apeo!
Rajoy no puede salir por televisión explicándole al pueblo que han salvado al Estado, pero han sacrificado a millones de españoles. La España mediática no puede colgarle medallas al valor, tras el pulso elitista que ha mantenido junto a Monti contra el luteranismo eurócrata, si el número de españoles ofrecidos en sacrificio (IVA, recortes, impuestos, poder adquisitivo, pobreza), se convierte en un medio que justifica un fin.
Da “yuyu” pensar que andan sueltos por las calles del sur de Europa hombres de negro. Evocan a una SS en versión económica y esparcen por las geografías el infausto recuerdo de organizaciones que dividían el mundo en razas superiores y razas inferiores. Un país rescatado o al borde del rescate ¿es un Ghetto? Los habitantes de esos países del club en el que puede entrar España, ¿se precipitan hacia un holocausto económico y social? Vamos a dejarnos de eufemismos, de tecnicismos euroeconómicos y de cumbres en los Olimpos mitológicos de Bruselas. Que empiecen a llamarle al pan, pan, al vino, vino, y al rescate “apartheid” para europeos que serán blancos por fuera, pero estarán negros por dentro.
 
Un beso de Judas en Bruselas y champán para todos en los mercados
 La esperanza en Lisboa, en Roma, en Dublín, en Atenas, en Madrid, nunca podrá ser un Rubalcaba, que sólo aspira a ser otro obediente Rajoy de color rojo desteñido. La esperanza, que es lo último que se pierde, es que surja una nueva generación de políticos capaces de contribuir a diseñar una Europa de los pueblos, de las personas, en la que se pueda depositar soberanía sin sentir la sensación de que no sólo estamos siendo burros, sino que además estamos siendo apaleados.
Esta Europa que se van a traer Rajoy y Monti a sus países, con margen de maniobra macro y cuellos de botella micro, puede que les proporcione oxígeno a los gobernantes pero garantiza la asfixia de los gobernados. Es una Europa policial de  libre circulación de fisgones hombres de negro y con una espada de Damocles, que ya ha desenfundado Durao Barroso, pendiendo permanentemente sobre la cabeza de los elegidos y la vida cotidiana de los electores.
En Bruselas no se ha producido un tierno y emotivo beso de Klimt, sino un forzoso beso de Judas ante Dios, la historia y los mercados, que todavía deben estar descorchando champán.
 Periodista Digital

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