sábado, 12 de mayo de 2012

ESTUVIMOS GOBERNADOS POR SOCIALISTAS SINVERGÜENZAS, IRRESPONSABLES e IGNORANTES que fanfarroneaban internacionalmente de tener el sistema financiero mas sólido del mundo

 El Gobierno aprieta a los bancos...
EL MINISTRO Luis de Guindos reafirmó ayer que el objetivo de todas las medidas de reordenación bancaria es el impulso del crédito. La paradoja del decreto aprobado por el Consejo de Ministros es que ese objetivo se aleja porque las entidades financieras van a tener que realizar nuevas provisiones por importe de 28.000 millones de euros, lo que significa que dispondrán de todavía menos recursos para conceder créditos a sus clientes.
Los grandes bancos como Santander, BBVA y CaixaBank van a tener que dedicar una gran parte de sus beneficios de 2012 a cumplir con las exigencias del Ministerio de Economía, pero otras entidades de menor tamaño se verán abocadas a pedir nuevos préstamos al Gobierno o a fusionarse con otras más fuertes. Los altos ejecutivos de la banca española se lamentaban ayer en privado de la extremada dureza del nuevo decreto en unos momentos de graves dificultades para el sector.

No hay duda de que el Gobierno ha tomado esta iniciativa con la vista puesta en los mercados y para despejar cualquier interrogante sobre la solvencia del sistema financiero, cuestionado estos días tanto por las instituciones europeas como por influyentes medios internacionales de comunicación. Ello explica que la primera medida adoptada ayer fuera la designación de dos auditores independientes para evaluar la salud de la banca española. Era lo que había pedido Bruselas y lo que el Gobierno ha aceptado en tan sólo 48 horas.

Ello supone admitir implícitamente que los stress test y los controles realizados por el Banco de España no son creíbles. El propio ministro habló ayer de la necesidad de «recuperar el prestigio» del órgano regulador, algo muy grave que pone en evidencia que el Gobierno no se fía del actual gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, al que no ha consultado este nuevo paquete de medidas.

La verdad es que Fernández Ordóñez, que durante mucho tiempo se dedicó a aleccionar sobre la reforma laboral y las rigideces de nuestra economía, ha actuado con una pasividad rayana en la negligencia en la crisis de nuestro sistema financiero que, según decía Zapatero hace cuatro años, era el más sano del mundo occidental.

Aquellas palabras eran pura retórica vacía como quedó patente ayer con el nuevo decreto del Gobierno, que endurece las exigencias del aprobado en febrero. Si entonces se aumentaban las provisiones sobre los 180.000 millones de activos tóxicos inmobiliarios, ayer se hacía lo mismo con los activos teóricamente sanos. La banca tendrá que provisionar 28.000 millones adicionales, pasando a cubrir del 7% al 30% del total del volumen de riesgo de esos activos no contaminados. Llama la atención de que si se trata de créditos sanos y que están siendo devueltos con normalidad, Economía haya decidido aumentar de forma tan notable su nivel de cobertura. A finales de este año, según los datos aportados por De Guindos, la banca española tendría provisionados 137.000 millones de euros sobre unos activos inmobiliarios de 300.000 millones.

Como dejo ayer muy claro el ministro, las entidades tendrán que sacar esa provisiones de sus beneficios. Y a los que no estén en condiciones de hacerlo, el Gobierno les ofrece dos alternativas: nuevos préstamos convertibles en acciones a cinco años y con un 10% de interés o inyecciones directas de capital, o sea, la nacionalización.

El nuevo decreto fuerza de forma «obligatoria» a todos los bancos a separar sus activos inmobiliarios tóxicos de su negocio bancario. Ello comporta que tendrán que crear sociedades, llamadas popularmente «bancos malos», para liquidar este patrimonio contaminado.

Hay que confiar que las medidas del Gobierno surtan efecto y devuelvan la confianza en nuestro sistema financiero, que probablemente está mejor de lo que creen los mercados pero que ciertamente necesita recuperar una credibilidad que ha perdido por los titubeos y la lentitud de las reformas.
epsimo y EL MUNDO

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