España necesita una estrategia para defenderse de los bandoleros socialistas
España necesita una estrategia para defenderse de los bandoleros socialistas
EL GOBIERNO español se ha esforzado en las últimas 48 horas en presentar
la expropiación de la filial de Red Eléctrica en Bolivia como un hecho
sustancialmente distinto a la confiscación de YPF por parte de Cristina
Fernández de Kirchner. Pero por muchos matices que se quieran buscar
para establecer diferencias, empezando por el tamaño de las dos
empresas, estamos ante dos decisiones idénticas en cuanto a su contenido
y motivación ideológica. El resultado ha sido el mismo: la
nacionalización por decreto y sin aviso previo de dos compañías
adquiridas legalmente.
Es cierto que, por lo menos, Evo Morales ha reconocido -al menos
verbalmente- que Red Eléctrica tiene derecho a una compensación justa de
los activos expropiados, mientras que Argentina no ha dado garantía
alguna, aunque nuestro periódico publica hoy que el Gobierno de Buenos
Aires ha dirigido una carta a la UE en la que dice que está dispuesto a
pagar por YPF, aunque sin especificar quién va a establecer el precio.
Pero tanto la expropiación de la compañía petrolífera argentina como de
la red de alta tensión en Bolivia se han producido por una decisión
unilateral de los Gobiernos y sin garantía jurídica alguna. Eso es lo
que cuenta.
El Gobierno de Rajoy tiene serios motivos para alarmarse, ya que España
es ahora el país con más intereses económicos en Latinoamérica, por
delante de EEUU, con una inversión directa de casi 100.000 millones de
euros. Telefónica, Iberdrola, Repsol, Endesa, Santander y BBVA han
realizado fuertes apuestas en el continente. Muchas de estas empresas
dependen de sus negocios al otro lado del Atlántico para poder repartir
dividendos, máxime en estos momentos de crisis de la economía española.
Por ello, resulta absolutamente prioritario que el Gobierno, además de
mostrar su firmeza frente a estas arbitrariedades, ponga en marcha una
estrategia coherente para defender los legítimos intereses de las
compañías españolas que han invertido en Latinoamérica. Para ello, se
necesita una fortaleza política y una red de alianzas de la que
carecemos y que es necesario construir.
Resulta evidente que ni Cristina Fernández ni Evo Morales se hubieran
atrevido a adoptar estas medidas en la etapa de Aznar, cuando la
economía española era más fuerte y nuestro Gobierno contaba con el apoyo
de EEUU. Pero las circunstancias han cambiado y el peso de España en el
mundo es hoy mucho menor, entre otras razones, por la errática política
exterior de Zapatero.
En el caso de Bolivia, se ha echado en falta una posición más
contundente de nuestro Gobierno. Pero ha habido también errores rayanos
en el esperpento como el cometido por Antonio Brufau, presidente de
Repsol, que el mismo día en que se anunciaba la nacionalización de la
red eléctrica aparecía en público sonriente con Evo Morales en la
inauguración de una planta de la empresa petrolífera en Cochabamba.
Brufau ha pedido y ha obtenido el apoyo de casi todas las fuerzas
políticas y las instituciones españolas, pero él no ha actuado con la
misma solidaridad con Red Eléctrica. Debería haber cancelado ese acto o,
al menos, haberlo aprovechado para expresar su repudio a la
expropiación. Si los empresarios españoles no son mínimamente solidarios
entre ellos, difícilmente pueden pedir que el Estado o la comunidad
internacional les respalde.
Pero lo esencial es ahora evitar que hechos como éstos se repitan en el
futuro. Para ello, el Gobierno tiene que construir una estrategia de
disuasión, que pasa por fortalecer nuestra presencia en el exterior y
por buscar aliados que nos puedan ayudar en situaciones como éstas. Es
una tarea difícil, pero no imposible, si se tienen claros los objetivos y
se elige a los socios adecuados
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