LA OFENSIVA que ha decidido emprender el PSOE instando en todos los
ayuntamientos de España a que la Iglesia pague el Impuesto de Bienes
Inmuebles (IBI) demuestra lo necesitado que está Rubalcaba de ganar
notoriedad, condenado como está a pasar toda una legislatura a la sombra
de la mayoría absoluta del PP.
Su imagen del viernes, saliendo casi inadvertido cinco minutos antes de dar comienzo la final de la Copa del Rey tras reunirse con Rajoy en La Moncloa, resume bien qué puede esperarle en los tres largos años y medio que aún le quedan como líder de la oposición, si Carmen Chacón u otro dirigente no le descabalga antes.
Si Zapatero echó mano de una agenda ideológica con la que empujar al PP hacia la derecha con iniciativas como la de la legalización del matrimonio homosexual, la Ley de Memoria Histórica o la introducción en la escuela de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, Rubalcaba se ha propuesto hacer lo propio para tratar de atraer los focos. La circunstancia de que IU haya ganado votos a su izquierda le impele a hacer guiños en esa dirección.
La propuesta para que la Iglesia pague el IBI obligaría a modificar la Ley de Haciendas Locales y la Ley de Mecenazgo y Fundaciones, además de revisar los acuerdos con la Santa Sede. Una tarea difícil para obtener escasos resultados. La propia interpretación de la norma llevaría a conflictos legales, pues no siempre es fácil distinguir entre lugares de culto, edificios de especial interés cultural o centros destinados a una labor social, que por su naturaleza quedarían exentos de pagar el impuesto. De hecho, la Iglesia representa sólo una pequeña parte de las entidades que no abonan el IBI, y donde se inscriben desde algunos edificios oficiales a fundaciones o federaciones deportivas. La recaudación tampoco sería significativa para las arcas públicas.
La intención del PSOE es presentar a la Iglesia como una institución privilegiada y parasitaria de la sociedad. «No es admisible que, frente al esfuerzo solidario exigido a los ciudadanos», dice la moción que presentarán los socialistas en todos los municipios, «haya confesiones religiosas que sigan disfrutando de beneficios especiales». En ningún momento se dice que la Iglesia sí paga el resto de tasas municipales ni se alude a la labor social que realiza.
El anticlericalismo es uno de los resortes que Rubalcaba está dispuesto a accionar de forma irresponsable y demagógica. Por eso, aun a sabiendas de que será rechazada, también pedirá al Gobierno una Ley de Libertad de Conciencia y Religiosa. Es muy elocuente que tras casi ocho años en el Gobierno nunca planteara esa cuestión. Está claro que el líder del PSOE juega la baza contra la Iglesia con el objetivo de fustigar al PP, aunque con ello cree división en la sociedad en un momento en que ésta no debería distraerse del objetivo ineludible de salir de la crisis.
Su imagen del viernes, saliendo casi inadvertido cinco minutos antes de dar comienzo la final de la Copa del Rey tras reunirse con Rajoy en La Moncloa, resume bien qué puede esperarle en los tres largos años y medio que aún le quedan como líder de la oposición, si Carmen Chacón u otro dirigente no le descabalga antes.
Si Zapatero echó mano de una agenda ideológica con la que empujar al PP hacia la derecha con iniciativas como la de la legalización del matrimonio homosexual, la Ley de Memoria Histórica o la introducción en la escuela de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, Rubalcaba se ha propuesto hacer lo propio para tratar de atraer los focos. La circunstancia de que IU haya ganado votos a su izquierda le impele a hacer guiños en esa dirección.
La propuesta para que la Iglesia pague el IBI obligaría a modificar la Ley de Haciendas Locales y la Ley de Mecenazgo y Fundaciones, además de revisar los acuerdos con la Santa Sede. Una tarea difícil para obtener escasos resultados. La propia interpretación de la norma llevaría a conflictos legales, pues no siempre es fácil distinguir entre lugares de culto, edificios de especial interés cultural o centros destinados a una labor social, que por su naturaleza quedarían exentos de pagar el impuesto. De hecho, la Iglesia representa sólo una pequeña parte de las entidades que no abonan el IBI, y donde se inscriben desde algunos edificios oficiales a fundaciones o federaciones deportivas. La recaudación tampoco sería significativa para las arcas públicas.
La intención del PSOE es presentar a la Iglesia como una institución privilegiada y parasitaria de la sociedad. «No es admisible que, frente al esfuerzo solidario exigido a los ciudadanos», dice la moción que presentarán los socialistas en todos los municipios, «haya confesiones religiosas que sigan disfrutando de beneficios especiales». En ningún momento se dice que la Iglesia sí paga el resto de tasas municipales ni se alude a la labor social que realiza.
El anticlericalismo es uno de los resortes que Rubalcaba está dispuesto a accionar de forma irresponsable y demagógica. Por eso, aun a sabiendas de que será rechazada, también pedirá al Gobierno una Ley de Libertad de Conciencia y Religiosa. Es muy elocuente que tras casi ocho años en el Gobierno nunca planteara esa cuestión. Está claro que el líder del PSOE juega la baza contra la Iglesia con el objetivo de fustigar al PP, aunque con ello cree división en la sociedad en un momento en que ésta no debería distraerse del objetivo ineludible de salir de la crisis.
epsimo y EL MUNDO
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