martes, 10 de abril de 2012

Las «pruebas de valor» o el requisito de sangre que las «maras» exigen a los suyos

Las Policías catalanas mantienen la alerta ante la escalada de tensión entre bandas latinas que puede recrudecerse tras el crimen de un boliviano en L'Hospitalet a manos de un joven de 16 años
Clint Eastwood trató de reflejar en su película «Gran Torino» el «rito de iniciación» que viven algunos jóvenes para ingresar en una «mara» o una de esas pandillas que hacen de la pertenencia a la banda el sentido de su vida y que en ocasiones, para controlar un barrio o un terroritorio, llegan a cometer ciertos delitos. En el filme se reviven las vicisitudes de varias bandas envueltas en continuas peleas y las de un joven que para ser miembro de una de ellas tiene que robarle el coche (el Torino) a su vecino. Sería solo una más de las pruebas de fuego que exigen las «maras» para que el muchacho se sienta «parte del todo».
No en balde, el término «mara» es la abreviatura de «marabunta», una especie de analogía entre el grupo de hormigas amazónicas que cuando salen de sus guaridas arrasan con todo y esas agrupaciones de jóvenes, normalmente de 13 a 35 años, que forman estos enjambres de pandilleros. Jóvenes desarraigados, inmigrantes con necesidad de definir sus orígenes o unirse a algo que les llene y les reporte respeto y reafirmación personal en un colectivo... aceptan las reglas que les impone la banda y se mueven en bloque. Antes de entrar en estas organizaciones, los muchachos deben sortear un encargo que trabe un pacto de sangre con los demás miembros, que «les lleva a superar determinadas pruebas a modo de demostración de valor, como son pequeños actos delictivos, o en el caso de las mujeres [o «señoritas», como se las conoce en Suramérica], mantener relaciones sexuales con miembros de la banda para manifestar su obediencia».
Quien esto escribe es
Antonio González Arenas, autor de «Bandas Latinas, Inmigración y Deliencuencia Organizada» (2012), que coteja también lo que les ofrece el entramado de la banda a cambio de tanta obediencia mortificada: «Les prometen protección ante el rechazo y las actitudes xenófobas que sufren, aunque a veces les conduzcan a la delincuencia, un tributo que tienen que pagar para demostrar su valía, su fidelidad y su capacidad. Para vivir esa conciencia de grupo y esa solidaridad moral deben desarrollar una tradición, vincularse a un territorio propio, hacerse dueños de las zonas de ocio, lo que a veces supone las diputas y peleas con otros jóvenes y miembros de bandas rivales».
La captación de nuevos componentes siempre se realiza con un «modus operandi» similar: en colegios o aledaños de parques y calles de las ciudades, se les ofrece la comisión de un acto violento o delictivo y, una vez superada la prueba -que a veces puede llegar a ser un baño de sangre-, se pasa a estar bajo el paraguas de protección de toda la banda a la que hay que defender y obedecer sirviendo en bandeja incluso la propia vida.
Las «pruebas de valor» o el requisito de sangre que las «maras» exigen a los suyos
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La fotógrafa Isabel Muñoz captó la esencia de integrantes de las «maras» latinas
Ésta es precisamente la explicación que dan fuentes policiales a los últimos acontecimientos ocurridos en Barcelona y su área metropolitana, con la muerte el pasado viernes de un boliviano en un lugar público, a plena luz del día -las 18.40 horas-, mientras jugaba un partido de fútbol, que fue agredido por la espalda con varias heridas de arma blanca a manos de otro menor de 16 años, ecuatoriano, perteneciente a una banda callejera contrincante. El agresor fue detenido dos días después en la población cercana de Cornellá.
Con el arresto, los Mossos d'Esquadra temieron el rebrote inmediato de violencia y gresca entre bandas. No andaban equivocados, hasta el punto de que
sólo tardaron unas horas en arrestar a otras seis personas en medio de una gran pelea en la zona de discotecas de Can Femades de Cornellá, donde miembros de varias bandas latinas suelen salir de fiesta y arman «camorra».

La «vendetta» viene de lejos

Los hechos originarios de esta espiral de violencia, que las mismas fuentes de la investigación no dudan en ligar cronológicamente, se produjeron el pasado viernes en una de las áreas «calientes» donde se sitúan estos grupos en L'Hospitalet de Llobregat, cuando el joven detenido acuchilló presuntamente a otro menor en el parque de la Granota en el barrio de Pubilla Casas. Ambos eran vecinos de L'Hospitalet y pertenecían a bandas rivales -apuntaron las primeras pesquisas- que se asientan en parques públicos y canchas de fútbol y baloncesto del área que tratan de dominar.
Hacerse con el control de estas zonas es uno de los motivos de trifulca perentoria, como la que se reprodujo el domingo en los locales de música y ambiente latino tras el arresto del menor ecuatoriano. La intervención policial evitó otro linchamiento en el espacio lúdico de Cornellá, pero también indicaron que los sucesos están con toda probabilidad ligados a la muerte, el pasado 28 de marzo en L'Hospitalet, de un joven que fue herido de extrema gravedad y permanece desde entonces en estado de coma. Es por ello que las Policías locales de Barcelona y su área metropolitana, así como la Policía autonómica, están en alerta ante una oleada de violencia juvenil con más enfrentamientos entre bandas latinas, por lo que no descartan más reyertas en los próximos días, advierten.
El crimen del viernes podría tratarse de una de esas fatídicas «pruebas de valor» que se le reclamó al ecuatoriano apresado para ser admitido por el grupo juvenil, si bien las mismas fuentes añaden que podría tratarse también de una «vendetta» entre bandas enfrentadas. En el lugar del crimen, un puñado de velas recuerdan la tragedia sobre el asfalto del pasado Viernes Santo.

¿Cómo actúan, por qué se definen?

Según los expertos analistas de las conductas que fidelizan a este tipo de grupos, todos caminan en grupos de entre 30 y 40 personas que hacen de los parques y otros lugares públicos su casa de actuación, y su aparición tiene que ver con la aparición de bolsas de inmigración y la llegada masiva de familias suramericanas que traen con ellos a sus hijos en edad adolescente, quienes sienten el sentimiento de desarraigo producido por el choque cultural y buscan refugio en uno de estos grupos. «Los jóvenes buscan en la calle el afecto, la fraternidad y comprensión que no siempren hallan en sus familias, dedicadas a trabajar y que no pueden prestar toda la atención que necesitan los hijos. Otras veces el empleo precario, la desorientación por el cambio radical de vida y las dificultades escolares hacen el resto», corrobora en su estudio González Arenas.
Miembros de los ñetas, Latin Lings, Mara Salvatrucha, Trinitarios y de la Mara 18, cuyo asentamiento está arraigado en la capital catalana y el área metropolitana, son reconocibles por su indumentaria y sus signos de identificación visual (los graffitis con su manera de insultar y los tatuajes y las marcas personales en el cuerpo son su lema vital y sus rasgos definitorios). Se han ido asentando en Cataluña y Madrid, especialmente, aunque los mismos expertos consideran que su implantación en nuestro país todavía está en fase «embrionaria».
No obstante, también comprometen que las bandas inventan nuevos ritos bautismales con la cobertura legal que ofrece el hecho de que la mayoría de los vándalos sean menores y no se puedan adoptar medidas contundentes contra ellos. Sus comandos son las peleas y la disputa por el liderazgo, exteriorizar sus malos modales y dejar mensajes subliminales en sus pintadas, con el factor venganza muy presente en cada uno de sus movimientos, así que la Policía catalana no bajará la guardia por la escalada de tensión que podría vivir nuevos coletazos en Cataluña en los próximos días.
 ABC

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