La abogada que representa a su exmujer mostró a
Bretón siete imágenes de Ruth y José. Una de tamaño póster. Tampoco eso
le inmutó. No movió un solo músculo
Había
un caballero que pensaba que era amoroso y generoso. Luchaba contra sus
enemigos y rescataba damiselas en apuros (...) Su esposa Julieta y su
hijo Cristóbal eran fieles y amorosos con él, pero un día el caballero
tan obsesionado dejó de quitarse la armadura (...). Su esposa enfureció
hasta el punto de ponerlo a elegir entre quitarse la armadura, o ella y
su hijo se irían a vivir a otro sitio». Es el primer capítulo de «El
caballero de la armadura oxidada» (Robert Fisher), un libro a medio
camino entre la novela y la autoayuda que el manipulador José Bretón regaló
a su mujer Ruth Ortiz el pasado 23 de septiembre, una semana después de
que ella decidiera poner fin al matrimonio, según figura en las
diligencias policiales. Es la identificación que él hace de su propia
vida. El «caballero» Bretón no iba a permitir que nadie lo abandonara.
Bretón
se negaba a aceptar que la vida en común había acabado. El 7 de
octubre, un día antes de que sus hijos Ruth y José desaparecieran,
volvió a la carga. A las diez de la mañana, quedó con ella y le entregó
un ramo de rosas —«era la primera vez que me regalaba flores», declaró
la mujer— y una carta manuscrita de cinco folios en los que se presenta
como un mísero al tiempo que ensalza todas las cualidades de Ruth.
Quería una segunda oportunidad. El tufillo machista y controlador que
desprenden sus palabras es más que llamativo. «Te voy a ayudar en las
tareas de la casa y voy a dejar que salgas con tus amigas», se permite
decirle.
«José
es celoso (celos patológicos), envidioso, obsesivo, machista,
intolerante, nada comprensivo, no es cariñoso, no es atento, no es
detallista, percibe perfectamente los defectos y debilidades de las
personas y los destaca». Con esta contundencia describe Ruth Ortiz a su
todavía marido en una carta desvelada esta semana por «El Programa de
AR» (T5). Los informes psiquiátricos y psicológicos que obran en el
sumario apuntan en la misma dirección.
Cinco meses desaparecidos
Los
investigadores que se han entrevistado con él, los funcionarios de la
cárcel de Alcolea (Córdoba) en la que está ingresado, los expertos que
han analizado sus declaraciones, la fiscal, el juez, la abogada de la
acusación... todos coinciden en la radiografía. El pasado 16 de febrero,
el juez instructor José Luis Rodríguez Laínz le tomó una larga
declaración, con la fiscal y los dos abogados. Era la segunda. La
letrada que representa a Ruth le mostró una tras otra siete fotografías
de sus hijos, una de ellas un gran póster, pidiéndole que revelara dónde
están los pequeños. El padre ni se inmutó. No movió un músculo y siguió
contando durante tres horas y media su rocambolesca versión de que los
perdió en el parque Cruz Conde la tarde del 8 de octubre.
Sobre
ese momento ha dado tres versiones distintas, según la declaración.
«Cuando los medios han puesto de manifiesto su versión insostenible,
señalan las diligencias, él ha ido justificando sus contradicciones por
el trauma sufrido al perder a los niños o por un lapsus de memoria que
no sabe a qué atribuir». Una de ellas, ya detenido el 17 de octubre, se
la contó a dos agentes de Córdoba. Les pidió que le permitieran llamar a
Ruth por teléfono y obviamente los funcionarios se negaron. Pero Bretón
evidenció su estrategia y les relató lo que pensaba contarle en esa
llamada.
«Quiero
decirle que cuando llegué al parque di una primera vuelta para buscar
estacionamiento y como no lo encontré dejé a los niños cerca de la
entrada del circuito. Tuve que dar una segunda vuelta para poder aparcar
bien el vehículo y cuando llegué ya no estaban. Los dejé solos durante
mucho tiempo», recoge el informe de los agentes.
Esta
versión era nueva. Mentira sobre mentira, como repasa el juez en su
auto de mantenimiento de la prisión, en el que destaca que «solo el
encartado tiene la llave de dónde se encuentran sus hijos, estén vivos o
muertos». Y añade: «Una puesta en libertad en este momento podría dar
al traste con cualquier intento de encontrarlos». Se enfrenta, recuerda
el magistrado, a 18 años de cárcel.
Ruth,
que lo conoce mejor que nadie, afirma: «José es rencoroso y es de los
de ojo por ojo y diente por diente con todos los que le hagan algo. Es
un psicópata, frío y calculador». Por esa convicción, venciendo la pena y
la furia, loca por encontrar a sus niños, habló con él varias veces
después del 8 de octubre. Esas llamadas, aparecidas en el programa de
televisión citado, son más que elocuentes. «Te llamo para animarte —le
dice a su mujer—. Tú siempre has sido más fuerte que yo (...) La carta
que se ha leído esta mañana en Huelva ha sido muy bonita. Tengo metidas
tus palabras de que yo me llevé a los niños y que tengo que
devolvértelos y eso me da fuerzas».
Esa
conversación se produce una semana después de la desaparición. En una
concentración, se había leído una carta de la madre. Eran sus primeras
palabras públicas. Bretón, a sabiendas de que le escuchaba la Policía,
da una vuelta de tuerca. Al día siguiente, unas horas antes de ser
detenido, marca de nuevo el teléfono de Ruth: «Me gustaría decirte la
verdad por mí. Sueño que estoy con los niños y todos juntos otra vez.
Pensar en los niños me da fuerza». «Nuestra felicidad depende de los
niños, José», implora la madre. «Los niños siempre estarán... y ya está.
Hay que tirar para delante. Es la ventaja que tenemos». «¿Vas a traer a
los niños, José?», pregunta ella. «Sí, los tengo que traer. Tarde más o
tarde menos...». Esa enigmática frase solo complicó la investigación.
¿Significaba que estaban vivos o todo lo contrario?
Los
investigadores son pesimistas. Han pasado ya cinco meses. Nadie ha
visto a los críos desde la 13.30 del 8 de octubre. Están convencidos de
la culpabilidad de Bretón, igual que el juez, igual que la mujer que le
dio dos hijos que él no quería. «Si tenemos hijos, son para ti. Tú
puedes tener los que quieras, pero son para ti», le advirtió a Ruth
cuando eran novios. Ella, destrozada, se aferra ahora a esas palabras.
ABC

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