Prisiones le quita el destino de limpieza que le había asignado hace solo una semana
José
Bretón, el padre de los niños de Córdoba desaparecidos, se autolesionó
de forma leve el lunes en la cárcel de Alcolea, pese a estar incluido en
el protocolo de prevención de suicidios. Fue solo una puesta en escena,
con dos cortes superficiales en el hombro y el antebrazo, pero hace 14 años sí que intentó quitarse la vida,
tal y como admitió en su declaración policial. En aquella ocasión
—contó a los agentes tras ser detenido— utilizó pastillas (ansiolíticos y
antidepresivos), alcohol y gas, aunque aseguró que no sabía el motivo
por el que trató de suicidarse.
Se enteró por la declaración
No era la primera
vez que le asaltaba la desmemoria, que casa mal con la inteligencia que
acreditan los informes psiquiátricos y psicológicos que se le han
realizado (un coeficiente de 121). Bretón ocultó su intento de quitarse
la vida a su mujer, Ruth Ortiz, durante todos los años que pasaron
juntos —se casaron en 2002—; es decir, más de un decenio de silencio.
Jamás le habló de un episodio tan importante en la vida de cualquier
persona. La portavoz de la familia, Esther Chaves, comentó hace ya
varias semanas en una de sus comparecencias el extraño olvido, que
además acreditaron los investigadores del caso, según ha podido saber
ABC.
Ruth
Ortiz se enteró de que su marido y padre de sus hijos se había querido
quitar la vida a raíz de su declaración policial, tras averiguarlo los
agentes que indagaban sobre los ansiolíticos que compró en una farmacia
de Córdoba la misma semana en que desaparecieron Ruth y José. No se ha
hallado ni rastro de esas pastillas. La mujer no daba crédito a que le
hubiera ocultado esa circunstancia durante más de una decenio.
Ese
disimulo no hace sino aumentar la desconfianza de los investigadores en
que Bretón revele su «secreto», como él mismo lo definió, nada más ser detenido mientras registraban su finca de «Las Quemadillas»;
es decir, que cuente qué pasó con los niños la tarde del 8 de octubre,
cuando desaparecieron. «Si es capaz de mantener oculto algo tan
importante durante más de una década a la persona con la que comparte su
vida, qué no será capaz de callar», reflexionan los agentes.
Alejado de la lejía
Ahora José Bretón,
después de autolesionarse supuestamente como protesta porque el juez
haya ampliado el secreto del sumario, ha perdido el destino de limpieza
que le había asignado la dirección de la cárcel cordobesa como una forma
más de flexibilizar su régimen de vida dentro del protocolo de
prevención de suicidios.
Pese
a que era una zona muy reducida del módulo de ingresos la que le habían
encargado, tres o cuatro celdas, el objetivo era que tuviera una
ocupación, al margen de leer o ver la televisión. El régimen que ordenó
el juez instructor impide que comparta actividades comunes del centro,
una situación de la que el preso se ha quejado reiteradamente y que le
llevó a denunciar que sufría «torturas».
Los
responsables de la cárcel no quieren que el reo tenga a su disposición
los habituales productos químicos de limpieza, por el temor de que pueda
provocar otro incidente como medida de presión o para llamar la atención,
según confirmaron a ABC fuentes penitenciarias. Por el momento ha sido
la única restricción que se le ha aplicado: no se le han retirado los
cubiertos algo más sólidos que le proporcionaron al atenuarle el régimen
ni el cepillo de dientes con mango. No es la primera vez que un interno
lo ha usado para fabricarse un «pincho».
ABC
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