Los
servicios de lucha contra el narcotráfico de la Policía Nacional han
detectado la presencia en nuestro país, desde hace unos meses, de
peligrosos criminales dominicanos, sicarios y matones a sueldo, llegados
desde la isla caribeña. Muchos habían sido expulsados de EE.UU.
después de que cometieran homicidios y crueles ajustes de cuentas entre
miembros de cárteles de la droga antagónicos. Ahora, en España y muy
especialmente en Madrid, se buscan la vida de la única manera que saben,
delinquiendo. Alrededor de una decena de estos sujetos han sido
arrestados en los diez últimos meses en la capital, y se sospecha que
puede haber al menos otros dos grupos más operativos. Son miembros de
las bandas conocidas en el continente americano como «Los Tigres» y «Los
Metrallas», que intentan reeditar en nuestras fronteras violentísimos
«vuelcos» a otros clanes a los que roban sus mercancías de droga para
venderlas en ambientes latinos de la capital.
Fuentes
de toda solvencia consultadas por ABC indicaron que esta nueva realidad
es producto de los flujos de inmigración ilegal fruto de la política
estadounidense de expulsar a dominicanos a su país tras cometer delitos
de sangre. Es el caso de «Los Tigres», que han desarrollado su carrera como sicarios en EE.UU.
y que, al regresar por la fuerza a República Dominicana, se ven sin
capacidad de seguir con su «negociado del crimen». «Es gente con un
carácter muy similar al de los asesinos colombianos, con la falta de
escrúpulos y de aprecio por la vida humana como marcas de la casa. Les
da igual matar a dos que a veintidós», indican nuestros informantes.
En
cuanto a «Los Metrallas», se trata de una banda asentada en Santo
Domingo experta en hacer trabajos sucios, como ajustes de cuentas y
palizas por encargo por deudas también relacionadas con el tráfico de
drogas.
«Jimmy» y «Wellington»
La Policía Nacional sabe que salen de República Dominicana hacia Europa,
preferentemente hasta Milán. La elección de esa ciudad italiana viene
porque es donde mejor infraestructura tienen para aterrizar sin ser
interceptados. Allí se las apañan para llegar a España por carretera,
aprovechando la libertad de fronteras entre los países de la Unión
Europea.
Hasta
el momento, se han producido en Madrid dos operaciones significativas
contra estos delincuentes. La primera, en marzo pasado, que se saldó con
la detención de cuatro individuos; otros cinco cayeron en mayo. Están
en prisión. Sus cabecillas más significativos responden a los apodos de
«Jimmy» y «Wellington», con un importante historial sangriento tanto en
EE.UU. como en su país. Es más, en 2003, uno de ellos fue detenido por
un homicidio doloso.
Se
sospecha que puede haber al menos otros dos grupos operativos en la
región policial madrileña, pero es bastante probable que su número no
sea muy alto y que nos encontremos, por tanto, ante el inicio de este
nuevo fenómeno. Hay, de esta forma, tiempo para atajarlo y evitar que alcance cotas más importantes. Porque su nivel de peligrosidad es bastante alto.
Actúan
siempre contra compatriotas, muchos de ellos también «pringados» de
delitos, especialmente relacionados con el tráfico de drogas. La Policía
ha detectado casos de asaltos a domicilios de dominicanos, que
normalmente son muy reacios a denunciar. O, cuando lo hacen sólo afirman
que les han sustraído joyas, para recuperar el montante a través de las
aseguradoras, pero no que lo más caro que les han arrebatado son, en
realidad, partidas de droga, sobre todo cocaína. Es decir, que lo que en
principio parecía un violento asalto en una vivienda en realidad se
trata de «vuelcos» en toda regla: el robo de mercancías de droga por parte de otros traficantes.
Los
«Tigres» y «Metrallas» son hombres jóvenes, de entre 25 y 35 años, que
se mueven por barrios muy frecuentados por dominicanos, como Tetuán,
pero que prefieren vivir en otras zonas de Madrid menos vigiladas por la
Policía. «Tienen un carácter más itinerantes que otros grupos latinos.
Algunos detenidos residían en Vicálvaro, pero cuando se disponían a dar
algún golpe llegaba más gente desde Barcelona y Santander, para sumarse a
ellos», explican los expertos.
«Santeros» y lunas tintadas
En
cuanto a su «modus operandi», es bastante profesional. El cabecilla del
grupo es el que acude a las llamadas citas de seguridad. En un lugar
concreto y lejos de las sospechas policiales, se ve con sus informadores
o «santeros», que es como se conoce en el argot a los «chivatos» y
aportan, también a sueldo, datos fundamentales de los movimientos,
entradas y salidas, costumbres y medidas de seguridad de las potenciales
víctimas. Incluso utilizan vehículos con las lunas traseras tintadas y
con un equipo tecnológico de seguimiento similar a la manera de investigar de los propios policías.
El
líder despliega todo un dispositivo de seguridad. También da
indicaciones a sus hombres para que realicen contravigilancias. No se
deja nada al azar. Cuando la zona está asegurada, es el cabecilla el que
se presenta allí. Luego, el día a día de estos delincuentes consiste en
intentar pasar lo más desapercibidos posible. Por ejemplo, sólo tienen
una relación de afinidad con otras bandas latinas, como los pandilleros «Dominican Don't Play»;
además, tampoco utilizan ningún símbolo común ni otro tipo de
característica física o de indumentaria que pueda delatarles ante la
Policía. Por ello, no se les puede catalogar como un grupo cerrado.
Roban
el dinero y lo mandan a su país: uno de ellos tiene en la República
Dominicana una flota de taxis. Aquí vive con lo puesto.


No hay comentarios:
Publicar un comentario