- Al menos 15 países continúan reclutando a menores para usarlos en conflictos
- Las ONG que luchan contra este problema presentan el corto 'Aquel no era yo'
- La cinta, de Esteban Crespo, refleja la realidad violenta de estos pequeños
- En 2010, más de 11.000 menores combatientes fueron liberados
Prosper vivía en un pueblo con su familia. Ayudaba a su padre en el
huerto, acudía al colegio y jugaba, cuando podía, al fútbol con sus
amigos. En esas estaba cuando un grupo armado lo secuestró. Dejó de ser un niño para convertirse en 'Misil'.
Con su nueva identidad quedó transformado en una pequeña máquina de
matar, en un soldado. Ocurrió en República Demócratica del Congo, pero
podría haber pasado en cualquier otro país. Actualmente, al menos 15
países continúan reclutando niños para convertirlos en militares.
Los lugares o las cifras se difuminan cuando se hablan de menores. Es
difícil hacer un recuento de las víctimas más vulnerables y olvidadas. Cientos de miles de niños están siendo sometidos
en este mismo instante a situaciones extremas, están siendo utilizados
para matar, están sufriendo malos tratos y violaciones en países
sumergidos en conflictos armados.
Para acercarnos a una parte de esta terrible situación, esta semana se ha estrenado el cortometraje 'Aquel no era yo' (Producciones Africanauan), dirigido por Esteban Crespo con la participación de los actores Gustavo Salmerón y Alejandra Lorente. Para el guionista y director, la cinta nace del deseo de "hacer más visible el problema", especialmente aquel que surge de las heridas que dejan estas experiencias brutales.
La historia de Paula, cooperante española, y Kaney, un niño soldado
de un país africano cualquiera, reúne casi todos los ingredientes del
drama de estos menores, e introduce al espectador en ese mundo -desde
aquí tan ajeno- sin excesos sensibleros.
Motivos para un compromiso de sensibilización como el de Crespo hay
muchos. La vida de muchos de estos niños supera con creces la ficción.
En los países más cruentos, cuando los menores son secuestrados a veces
reciben la orden de matar a sus padres, un asesinato que no sólo es un bautismo de sangre
sino también una garantía para esos grupos armados de que ese niño no
regresará jamás al núcleo familiar, a la comunidad. El caso de las niñas
es aún peor. Además de combatientes son convertidas en esclavas sexuales que están a disposición de los soldados.
Las secuelas de la violencia
Contra esta cruel utilización de los niños luchan varias ONG españolas, que apoyan y promueven el corto de Esteban Crespo como una herramienta más para dar a conocer esta realidad.
"Necesitamos una sociedad concienciada, exigente e indignada que nos
apoye a seguir adelante" con unos proyectos de rehabilitación y
reeducación de menores que son "largos y costosos", asegura Yolanda
Román, responsable de Incidencia Política de Save the Children.
Pese a los constantes obstáculos, la movilización tiene su
recompensa, aunque sea lenta e insuficiente para acabar con el problema.
En 2010, más de 11.000 niños soldados fueron liberados.
Luchar contra las secuelas que han dejado estas experiencias en los
menores y devolverles una vida es la prioridad de las ONG porque, como
intenta explicar el protagonista del cortometraje de Crespo siendo ya un
adulto rehabilitado, "ser un soldado no es difícil: o te acostumbras o
te matan. Lo más duro es conseguir vivir con tus recuerdos y volver a ser tú mismo después de haber hecho las cosas que has hecho".
Para Prosper, como para el personaje de 'Aquel no era yo', también
hubo otra oportunidad. Fue rescatado, rehabilitado y reintegrado en la
sociedad tras pasar por un centro de la ONG Entreculturas. El trabajo
con estos menores pasa por devolverles su identidad. Una difícil tarea para alejar al niño que fue capaz de matar del otro
que era antes de ser un soldado. Y siempre sabiendo el menor que ya no
volverá a ser el que fue. Será otro, pero nunca más aquel.
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