Hace ya 10 años, la cárcel de Mansilla de las Mulas (Léon) ponía en marcha una iniciativa que ha revolucionado la política penitenciaria: la implantación del primer módulo de respeto. El propio nombre elegido era ya significativo: ¿era posible conseguir eso, respeto, entre personas con largas condenas a sus espaldas, tipos con historiales conflictivos e internos primarios? Más aún: esos reclusos, algunos con serios problemas de conducta, ¿serían capaces de cumplir unas normas de comportamiento mucho más severas que las de cualquier otro módulo, aceptar la autoridad de funcionarios, trabajadores sociales y educadores a cambio solo de unas mejores condiciones de vida?
Hoy, la respuesta está muy clara, pues en estos momentos hay unas 15.000 personas en estos módulos, que se han abierto en todas las cárceles. José Manuel Cendón, director de la de Mansilla de las Mulas e involucrado desde el primer día en el programa, recuerda que «cuando empezamos, lo hicimos de una forma casi clandestina. Modificábamos algunas cosas, analizábamos los resultados y actuábamos en consecuencia». Pero el proyecto no recibió el impulso definitivo hasta 2005, ya con Mercedes Gallizo al frente de Prisiones.
Jornadas en Madrid
Las dudas que algunos tenían al principio han ido dando paso, pues, a una apuesta irreversible por este proyecto, que será analizado desde de hoy en Madrid en unas jornadas cuya conferencia inaugural correrá a cargo del ministro de Educación, Ángel Gabilondo.
De hecho, el proyecto sigue evolucionando y una vez más la cárcel de León es pionera. Allí se han puesto en marcha hace poco más de un año dos nuevos tipos de módulos de respeto: el mixto, en el que 90 mujeres y hombres conviven sin que se haya producido incidente alguno hasta ahora, y el bautizado como simbiosis, en el que coinciden un centenar de narcotraficantes y presos toxicómanos.
Hombres encarcelados por violencia de género aceptan en los módulos de respeto mixtos que sus jefes de grupo sean mujeres
La filosofía de los módulos de respeto de «simbiosis» también es clara: «Por lo general -dice el director de Mansilla de las Mulas-, los narcotraficantes son personas muy adaptadas socialmente y muchos toxicómanos necesitan a alguien que les ayude, que les entienda y les de el último empujón para salir de su situación. ¡Quién mejor para tutelarles que ellos! Además, así ven los estragos que han causado y pueden reparar parte del daño hecho a la sociedad. Como es natural, buscamos narcotraficantes con determinadas aptitudes, que transmita bien, que sea capaz de conectar con la gente... A veces hasta tienen que ayudar a pasar el "mono" a un compañero, y eso no es fácil».
Miguel Montes Neiro ha comenzando una huelga de hambre indefinida desde el 1 de octubre.
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