martes, 4 de octubre de 2011

Más de 15.000 presos cumplen ya su condena en módulos de respeto

Se han puesto en marcha dos nuevos tipos: uno en el que conviven hombres y mujeres, y otro con narcos y toxicómanos

Hace ya 10 años, la cárcel de Mansilla de las Mulas (Léon) ponía en marcha una iniciativa que ha revolucionado la política penitenciaria: la implantación del primer módulo de respeto. El propio nombre elegido era ya significativo: ¿era posible conseguir eso, respeto, entre personas con largas condenas a sus espaldas, tipos con historiales conflictivos e internos primarios? Más aún: esos reclusos, algunos con serios problemas de conducta, ¿serían capaces de cumplir unas normas de comportamiento mucho más severas que las de cualquier otro módulo, aceptar la autoridad de funcionarios, trabajadores sociales y educadores a cambio solo de unas mejores condiciones de vida?

Hoy, la respuesta está muy clara, pues en estos momentos hay unas 15.000 personas en estos módulos, que se han abierto en todas las cárceles. José Manuel Cendón, director de la de Mansilla de las Mulas e involucrado desde el primer día en el programa, recuerda que «cuando empezamos, lo hicimos de una forma casi clandestina. Modificábamos algunas cosas, analizábamos los resultados y actuábamos en consecuencia». Pero el proyecto no recibió el impulso definitivo hasta 2005, ya con Mercedes Gallizo al frente de Prisiones.

Jornadas en Madrid

Las dudas que algunos tenían al principio han ido dando paso, pues, a una apuesta irreversible por este proyecto, que será analizado desde de hoy en Madrid en unas jornadas cuya conferencia inaugural correrá a cargo del ministro de Educación, Ángel Gabilondo.

De hecho, el proyecto sigue evolucionando y una vez más la cárcel de León es pionera. Allí se han puesto en marcha hace poco más de un año dos nuevos tipos de módulos de respeto: el mixto, en el que 90 mujeres y hombres conviven sin que se haya producido incidente alguno hasta ahora, y el bautizado como simbiosis, en el que coinciden un centenar de narcotraficantes y presos toxicómanos.

«En cualquier ámbito de la vida -explica José Manuel Cendón- conviven mujeres y hombres. Se trata de hacer normal en la cárcel lo que es normal fuera de ella. Solo ponemos algunas restricciones: las celdas de unos y otros están en plantas distintas y tampoco se permite la convivencia en la misma celda. Al principio tuvimos que trabajar más con ellas, porque no tenían experiencia en módulos de respeto y había que explicarlas cómo funcionaba... Pero ya se ha superado esa fase». La pregunta obvia es si los agresores sexuales pueden ser destinados allí: «Ellos no, como es lógico; pero determinados presos por violencia de género sí. Creemos que es bueno para su evolución; por ejemplo, su jefe de grupo -los internos están organizados así-, es en ocasiones una mujer y tienen no solo que respetarla, sino también seguir sus instrucciones»

La filosofía de los módulos de respeto de «simbiosis» también es clara: «Por lo general -dice el director de Mansilla de las Mulas-, los narcotraficantes son personas muy adaptadas socialmente y muchos toxicómanos necesitan a alguien que les ayude, que les entienda y les de el último empujón para salir de su situación. ¡Quién mejor para tutelarles que ellos! Además, así ven los estragos que han causado y pueden reparar parte del daño hecho a la sociedad. Como es natural, buscamos narcotraficantes con determinadas aptitudes, que transmita bien, que sea capaz de conectar con la gente... A veces hasta tienen que ayudar a pasar el "mono" a un compañero, y eso no es fácil».

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