
En el otro lado, López se reafirmó en su propuesta, respaldado por una nota del PSE en la que se contradice a Zapatero y se pide que haya un congreso donde se decida el secretario general y el candidato del partido.
Ambos bandos empezaron a moverse ayer para recabar apoyos de cara al Comité Federal del sábado, en el que se decidirá si hay primarias o congreso. Zapatero cuenta ya con el respaldo de barones como Griñán, Tomás Gómez, Antich, Barreda o Montilla y de figuras como Trinidad Jiménez o Alonso. Patxi López es el ariete de Rubalcaba, que no quiere primarias y lidera a la vieja guardia del PSOE y a otro sector del partido en el que aparecen barones como Fernández Vara. Muy próximo a este bloque, José Bono propone la variante de que no haya ni primarias ni congreso y que sea el Comité Federal el que elija a Rubalcaba como candidato, lo cual sería de dudoso encaje en los Estatutos del PSOE.
Hay que decir, ante todo, que a los ciudadanos les importan muy poco las polémicas internas del PSOE y que lo que verdaderamente les preocupa es que España tenga un Gobierno capaz de luchar con eficacia contra la crisis. Desde este punto de vista, la convocatoria de un congreso en los próximos meses nos parecería un disparate que sólo serviría para distraer la atención de lo esencial y para debilitar todavía más a Zapatero, que perdería el control de partido.
La propuesta de celebrar un congreso no es más que una operación de la vieja guardia -tal vez con el respaldo de Blanco- para poner a Rubalcaba de candidato y jefe del partido, abortando las primarias que defiende Zapatero, que sin duda suponen un cauce democrático para que los 200.000 militantes diluciden quién es el cabeza de lista en las próximas elecciones.
De ese congreso, contra lo que sostienen López y algunos barones del PSOE, no saldría una clarificación ideológica. Serviría de simple coartada para entregar el poder a Rubalcaba y blindarle durante la próxima legislatura. En la actual situación que atraviesa España, sería un ejercicio de ombliguismo que pondría de manifiesto que para los dirigentes del PSOE castigados por las urnas son más importantes sus intereses que los de la nación y de los ciudadanos.
Pero es que además, si no hay elecciones primarias y la mayoría del Comité Federal se decanta por las tesis de Rubalcaba y López, ello supondría una humillación de tal calibre para Zapatero que se vería obligado no ya sólo a dimitir de su cargo de secretario general, sino además a dejar la presidencia del Gobierno. Sólo hay un precedente en la historia del PSOE de una rebelión semejante contra el líder del partido: fue en el congreso de 1979, cuando la mayoría de los delegados votó un programa marxista en contra de lo que defendía González, que dimitió para luego volver.
A Zapatero no le quedaría otra opción que marcharse a su casa si pierde, ya que quedaría en evidencia que el partido cuestiona su liderazgo y apuesta por otra persona como secretario general. Pero no deja de llamar poderosamente la atención, tanto fuera como dentro del PSOE, que sea la persona en la que Zapatero ha delegado más poder quien encabece esta conspiración palaciega. Bien empleado le está por haber confiado en uno de los personajes menos fiables, más ambiciosos y más peligrosos de la vida pública.
Sin embargo, Zapatero tiene un as en la manga contra los conspiradores: la disolución de las Cámaras y el adelanto de las elecciones, lo que frustraría los planes de quienes quieren dar un golpe de mano contra él.
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