sábado, 28 de mayo de 2011

«Dame cocaína y te saco el carné»

La Guardia Civil se infiltra en Tráfico para detectar a suplantadores en los exámenes del carné de conducir: en el mercado negro se piden miles de euros

Toxicómanos sin un chute que llevarse al brazo, parados desesperados, empresarios con el soborno en la boca, asiáticos que dicen ser otros, hermanos gemelos con poco sentido de la ética... Caraduras, en definitiva, que por un puñado de euros venden su identidad. El aula teórica del centro de exámenes de la Dirección General de Tráfico (DGT) en Móstoles está bajo la lupa de la Guardia Civil. Entre el cerca de medio millar de personas que de media acude cada día para pasar el test del carné de conducir se infiltran agentes del Grupo de Investigación y Apoyo de Atestados de Tráfico (GIAT). De paisano, rastrean a esa estirpe de suplantadores que, previo pago, se hacen pasar por alumnos reales. Se han convertido en una plaga, a veces, de «negros» profesionales; otras, de simples aficionados que, por un puñado de euros, una dosis de droga o incluso la promesa de un puesto de trabajo, se presentan por otros para conseguirles el permiso de conducción. En el último año y medio, la Guardia Civil de Madrid le ha echado el guante a cuarenta personas por este delito.

Ya en los años 70, había un experto estafador en Aravaca, que cobraba entre 10.000 y 15.000 pesetas de entonces por sus «servicios». En los últimos años, los ciudadanos de origen chino y también los subsaharianos capitanean esta modalidad de fraude. Aunque no son los únicos. El principal delito que se comete es el de falsificación de documento público.

Famoso se hizo en la Jefatura Provincial de Tráfico un joven asiático por su altísimo nivel de reincidencia. Durante seis meses, estuvo haciéndose pasar por compatriotas cada semana. Era un universitario con una mente casi prodigiosa. La idea le vino a la cabeza después de estudiarse el temario y aprobar a la primera. Se lo sabía de arriba a abajo prácticamente de memoria. Así que, como estaba necesitado de dinero, cobraba entre 400 y 500 euros a otros chinos por «aprobarles»; aprovechando la relativa facilidad con la que para los occidentales se confunden dos personas asiáticas, este chico acudía a Móstoles con el documento de identidad de quien le había contratado y hacía el test por él. Hasta que les pillaron. Porque el delito no cae sólo sobre el suplantador, sino también sobre quien le paga.

Deportistas y niños bien

«Estas estafas se dan más en los exámenes teóricos, pero también en el práctico», asevera un profesor de autoescuela, que dice que ha visto «de todo». «Hay gente de buenas familias, incluso deportistas conocidos, que cuando les suspenden le proponen un soborno al examinador o, directamente, mandan a otro a que haga la prueba por ellos. ¡Como si nadie les conociera!», indica el propietario de otra autoescuela.

Pero el común denominador es el dar la cara por otro... que la tiene parecida. El polígono Cobo Calleja, en Fuenlabrada, es uno de los «puntos de encuentro» entre suplantadores y suplantados. Allí se llevó a cabo una operación contra camioneros chinos que contaban supuestamente con el carné de conducir preceptivo pero que apenas sabían hablar español. Las posteriores investigaciones delataron que había una red de compatriotas que se encargaban de examinarse por ellos. Recientemente se detectó el caso de otra china que levantó sospechas, según fuentes policiales. Se dispuso a realizar el examen práctico, que, de hecho, aprobó; pero la alegría le duró poco: aún dentro del recinto de la DGT, la Guardia Civil la detuvo. No era quien decía.

De 1.000 a 3.000 euros

Este incidente puso sobre aviso al GIAT, que redobló esfuerzos y descubrió nuevos casos. Hasta diez en lo que va de año. Y de distinta naturaleza. Además de los asiáticos, algunos subsaharianos, la mayoría de Guinea Ecuatorial —donde el español está muy extendido— también aprovechan los rasgos típicos de su raza para suplantar a compatriotas, pero también a nigerianos, por ejemplo.

Los precios varían mucho. La mayoría, según la Guardia Civil, está entre los 1.000 y los 2.000 euros, aunque también se han detectado casos de 3.000 (que es aproximadamente el triple de lo que cuesta sacarse el carné en una autoescuela) y de hasta 5.000 en el caso del permiso para camiones. «En el acuerdo parece que no se ofrece garantía de aprobar a la primera; sí que se pasará el examen, pero no se cierra en cuántas convocatorias», indican en el Instituto Armado.

«Lo peor de todo —insisten— es que estas personas plantean un problema importante de inseguridad en la circulación, pues no tienen conocimientos básicos, y hay que atajarlo».

Tres historias (reales) de ciencia-ficción

El viejo truco de los gemelos a veces funciona...
«Profesor, ¿le puedo contar algo sin que se enfade conmigo?». Así preparaba el alumno de una autoescuela a su maestro para que no se tomara a mal la barbaridad que le iba a soltar. «Es que me he presentado por mi hermano gemelo en el examen teórico del carné... Y he aprobado», espetó. El dueño de la autoescuela no salía de su asombro: «El parecido entre ambos era tal, que ni su padre los distinguía. Eran unos piezas, desde luego. Uno se presentó por el otro al teórico y el otro por el uno al práctico. Se lo sacaron a la primera».
...aunque otras el parecido es demasiado grande
No les fue tan bien a un par de gemelos que, además de poca catadura moral, tuvieron poca sutileza. Nos lo explica quien lo vivió: «Vinieron vestidos exactamente de la misma manera. El primero se subió al coche, para hacer el práctico, y poco más y se empotra contra un poste. Suspendió, claro. Se bajó del coche e, inmediatamente, se subió el otro. Pero realmente era el mismo. Le dejaron que hiciera el examen. Claro está que tampoco aprobó. Además, el examinador se dio cuenta del fraude, aunque en el práctico no suelen dar parte a la Guardia Civil».
Pelucas, gorras y un chino de raza negra
Antes de entrar en el aula del examen teórico de la Jefatura Provincial de Tráfico en Móstoles, hay que presentar un documento de identidad (DNI, NIE o pasaporte) a un funcionario, que comprueba que no haya suplantación. Pero sólo visualmente. Los estafadores aprovechan su parecido razonable con quien le ha contratado, y no dudan en utilizar pelucas, gorras, maquillaje o lo que haga falta para que nadie se percate del fraude. En el otro lado de la balanza están los desesperados. Se dio el caso, por ejemplo, de un ciudadano de Ghana que quiso hacerse pasar por otro de origen chino. No lo consiguió, claro está. También hay hombres paquistaníes que intentan dar gato por liebre.


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