domingo, 6 de marzo de 2011

Tras las rejas de Oviedo

En la ciudad existieron varios penales, pero con la apertura de la cárcel de Ciudad Naranco, en 1905, el preso ya no es tratado como un animal

Un jergón hecho a base de hojas de maíz descansa sobre la estructura de una cama. Sobre él, una manta, jabón, un plato y una cuchara de madera. A la cabecera, un cubo para que el reo haga sus necesidades, enfrente una mesa y sobre la ancha puerta de hierro, luz eléctrica. En total, nueve metros cuadrados de celda para una sola persona en la que el olor (real) a frío y humedad se cuela sin permiso por en la nariz del visitante. El escenario representa una celda de 1917 de la antigua cárcel modelo de Oviedo, en Ciudad Naranco, un penal en el que el preso comenzó, por primera vez, a ser tratado como una persona. La estancia se conserva en el Archivo Histórico de Asturias. Su directora Conchita Paredes Naves (a pesar de la escasez de documentación) ha logrado rescatar la historia carcelaria de Oviedo, a la que se dedica una parte del inmenso edificio en forma de estrella del antiguo correccional, hoy guardián de los documentos de la provincia.
Cuatro celdas reproducen cuatro épocas en el Archivo Histórico y, aunque la antigua cárcel modelo abrió en 1905, la primera representa 1917 porque de «ese año existe un inventario de bienes del penal que se mandó a la Diputación Provincial». Cada artículo puesto en escena corresponde con la realidad pasada, y para que el efecto sea aún mayor, un perfumista catalán imprimió al hueco el olor que tuvo: «A frío y humedad», resume Paredes.
La cárcel modelo fue un edificio emblemático, el «mayor de la provincia» a principios del siglo XX. La ubicación, sobre una colina del Naranco, no fue casual. Su posición de dominio y gran tamaño (más de 12.000 metros cuadrados construidos y una altura de 40 hasta la cupulilla) se podía ver desde La Escandalera. «Era un aviso a navegantes, un mensaje para asustar» a posibles delincuentes. «Sólo la presencia física de la cárcel, imponía».
Su apertura coincidió con el cambio de mentalidad penitenciaria en España. En el Antiguo Régimen, explica la directora del Archivo, «el preso era un pecador deleznable al que había que castigar». Con la llegada de la Ilustración, la teoría evoluciona: «El delincuente no es malo de por sí, sino una persona que sus circunstancias le llevan a cometer un delito; hay que privarlo de libertad, pero reconstruirlo para que vuelva a la sociedad».
Los reclusos en la prisión modelo ya no son tratados como animales, sino como personas, gracias, entre otras cuestiones, a la habitabilidad de las celdas individuales, como la de 1917. Eso no sucedía en 'La Fortaleza', el correccional exclusivo para hombres que existió hasta 1907 en la plaza de Porlier. Los presos 'vivían' en este lugar hacinados, en pabellones corridos, sin agua corriente, ni luz, con una alimentación exigua y sus pies estaban atados permanentemente a grilletes. No veían la luz del sol. Si alguien era condenado a 'La Fortaleza' tenía muchas probabilidades de no salir con vida debido a las malas condiciones sanitarias e higiénicas. «Era un sitio inmundo».
Estuvo en pie desde el siglo IX a 1907 y recibió el citado nombre al alzarse sobre el fortín ordenado construir por Alfonso III para defender la Catedral y el palacio. Los que 'sobrevivieron' a este lugar «insalubre», encontraron un futuro tras las rejas de Ciudad Naranco, donde «lo primero que tenía que tener un preso era dignidad humana para rehabilitarse». Dejaron de comer, dormir y hacer sus necesidades en el suelo, y a su alcance tenían agua para lavarse. Todo un cambio.
Por colectivos
Muchas mujeres también acababan encerradas entre rejas. Como 'La Fortaleza' era territorio exclusivo de hombres, del siglo XVIII hasta 1925 el penal de las féminas fue 'La Galera', sufragado con fondos de la beneficencia. Era un inmueble de dos plantas situado en la plaza de La Escandalera, esquina Argüelles. El obispo González Pisador costeó en 1776 la planta baja, mientras que la Asociación de La Caridad erigió el segundo piso en 1832. Entre estas paredes cumplieron condena mujeres acusadas de «hurtos, prostitución o por abortar». Quien hubiera cometido delitos mayores, era trasladada a Valladolid.
Asturias cuenta en la actualidad con un único centro penitenciario, el de Villabona, que abrió sus puertas en 1993. Con más de 1.500 reclusos, en ocasiones hay momentos de saturación, pero es el único presidio del Principado. No hay dónde elegir. En el pasado sí.
Los ovetenses ganaron a la corona en 1428 una real ejecutoria para tener su propio lugar de castigo: la cárcel de los ovetenses, un «privilegio» para evitar el ingreso en la «inmunda 'Fortaleza'». Hasta el siglo XIX operó en la calle de La Rúa, costeado por el Ayuntamiento.
Muy cerca, en Santa Ana, un presidio más para otro colectivo en concreto: el eclesial. «Era la cárcel de los clérigos», si algún cura cometía un delito, pasaba el resto o parte de sus días en este lugar, aislado del resto del mundo y, por tanto, de los encarcelados en otras condiciones.
Etapas dentro de la modelo
Tras ocho años de obras, en 1905 la cárcel en el Naranco ya está lista para recibir a sus primeros ocupantes, aunque no fue hasta dos años más tarde cuando se halló a pleno rendimiento. Significaba el adiós a los viejos penales diseminados por la ciudad y a la degradada forma de concebir al delincuente. Por delante, noventa años de actividad, con diferentes etapas también para sus inquilinos, representadas en las cuatro celdas-museo del archivo.
Con suavidad, Conchita Paredes descruza el cerrojo de la pesada puerta de hierro gris (color original) de la estancia correspondiente a la posguerra. La impresión es fuerte, acompañada de un buen azote de olor a «viejo y sucio». Los tiempos ya no iban tan bien, la 'gloria' carcelaria de 1917 no era más que un recuerdo y la saturación estaba a la orden del día.
Tras un cangrejo (reja de hierro que sirve para proteger al carcelero), un escenario gris, de hacinamiento. En los nueve metros cuadrados llegaron a meter a más de una docena de hombres. «Ésta representa a seis». El mobiliario ha desaparecido para dejarles sitio, y el suelo es la base de los colchones para dormir, todos revueltos. «La comida también es escasa». El único adelanto es que «el váter», sustituto del orinal. «El alcantarillado llega en los años 30 por Victoria Kent, que se hizo responsable de instituciones penitenciarias».
Paredes tuvo la ocasión de consultar «varios testimonios» de personas que estuvieron encerrados en los años 40 y 50, y las condiciones eran «infrahumanas», cuentan.
Mediado el siglo pasado, los presos políticos disminuyeron y las celdas vuelven a ser para uno o dos condenados. La política pierde fuerza entre rejas, pero «como todo lo que está en la sociedad está en la cárcel, entra la droga. El consumo y el tráfico está penado, y vuelve la masificación». Un hecho que se percibe en la celda dedicada a la transición, que «tuvo que habilitarse para cuatro hombres», con dos literas.
El tiempo pasa y la democracia trae libertades impensables hasta entonces: los reos ya pueden pegar pósters o escribir en las paredes del penal sin prohibición alguna. Para representar esta etapa, la directora del Archivo trajo de Villabona las literas, los colchones y hasta las mantas. «todos han estado usados por presos», comenta. Todo en el habitáculo es real, donde se percibe un olor a humanidad, el de cuatro hombres juntos poco deseosos de asearse. El perfumista catalán en esta ocasión también lo calca.
En esta época, la intimidad también ganó, un murete sirve de cobijo a la hora de usar un inodoro de suelo. La cisterna también en «una novedad».
El último calabozo reproducido es el dedicado a 'la vida del recluso', una época ya reciente en la que el preso puede volver a dormir solo. «Un váter y la cama individual» es el logro. El reo de los grilletes, sobreviviendo en condiciones insalubres, se distancia gigantescamente del penado actual, que puede desde tener libros hasta escribir cartas. Han ganado en dignidad, y también en ingenio. Un mostrador exhibe artículos que los funcionarios de Villabona han rescatado en redadas: juegos de cartas, parchís o un instrumento de tatuaje hechos a partir de papel o un mero boli. La vida tras las rejas en Oviedo ha cambiado.
El Comercio Digital
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