lunes, 7 de marzo de 2011

Rubalcaba (y su jefe), siete años después del 11-M

Zapatero embustero

SÓLO DESDE el cinismo político y el desentendimiento del sistema democrático puede soslayarse la gravedad de la situación creada por el vicepresidente Rubalcaba al mentir públicamente en una nota oficial relacionada con la nueva investigación judicial del 11-M.

La semana pasada el carismático y prometedor ministro de Defensa alemán tuvo que dimitir por haber engañado a la comunidad académica al copiar una tesis doctoral años antes de ser nombrado para el cargo. La vida pública es incompatible con la mentira en una democracia digna de tal nombre y ese es el listón de la exigencia que EL MUNDO ha mantenido y mantendrá siempre, trátese de un dirigente del PP o de otro del PSOE.

Pero hay mentiras y mentiras. Esta última de Rubalcaba es especialmente odiosa en la medida en que trata de ocultar no ya la falta de colaboración, sino el abierto obstruccionismo del Gobierno ante los requerimientos de la juez que investiga la conducta del jefe de los Tedax en los momentos claves que determinaron la percepción de la masacre que incidió dramáticamente en la Historia de España hace siete años.

Al reproducir los autos judiciales este periódico ha demostrado que, en contra del desmentido oficial, su señoría ha concedido 10 días de plazo para que el Ministerio del Interior le entregue la relación de agentes -ni siquiera pide sus nombres, sólo su identificación profesional- que intervinieron en la recogida de los restos de las explosiones. Es obvio que lo hace para citarles a declarar y preguntarles qué ocurrió con los centenares de muestras escamoteados al proceso judicial. Y si su señoría ha incluido esa cláusula de perentoriedad es sencillamente porque hace ya un año -9 de marzo de 2010- que pidió lo mismo, obteniendo la callada por respuesta.

Fiel a su proverbial falta de escrúpulos e indiferencia por la verdad, Rubalcaba tuvo la desfachatez el viernes de negar ambos extremos, difundiendo profusamente una nota cuyo membrete compromete al Gobierno por partida doble -Vicepresidencia y Ministerio del Interior- y a dos instituciones tan esenciales para todos como la Policía y la Guardia Civil. Bajo la pomposidad de sus desmentidos ese documento oficial sólo incluía mentira tras mentira y así ha quedado inequívocamente acreditado.

El propio sábado en esta misma página se dejaba abierta la hipótesis de que tal acumulación de falsedades fuera el resultado de una «reacción visceral y frívola» de Rubalcaba. «Si fuera así debería rectificar y pedir perdón hoy mismo», añadíamos. Eso es lo que le exige la sociedad a cualquier interlocutor público, lo que establecen las mínimas normas de urbanidad en la vida política, lo que hacemos los periódicos cuando cometemos un error. Pero, cuando este mediodía se cumplirán 72 horas de la difusión de la nota oficial, todo indica que Rubalcaba pretende ahora llamarse andana y atrincherarse en un despótico silencio. Tiene razón González Pons: su conducta es la de quien considera que «la ley no le afecta».

El problema que Rubalcaba se ha creado a sí mismo tiene muy difícil salida pues rectificar implicaría reconocer que su departamento lleva meses y meses bloqueando la investigación judicial. Y esa conducta, reprobable en cualquier caso, resulta ignominiosa en el suyo pues cualquiera que tenga memoria o un reproductor de vídeo recordará que el infausto sábado 13 de marzo de 2004 Rubalcaba no sólo dijo aquello de que «los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que no les mienta», sino que a continuación añadió: «Los ciudadanos quieren saber toda la verdad y toda la verdad se terminará sabiendo. Ese es nuestro compromiso con las víctimas». Tremendo, ¿verdad?

Y puestos a rebobinar tampoco puede olvidarse que el día anterior, viernes 12 de marzo de 2004, el propio líder del PSOE compareció ante los medios para exigir al Gobierno de Aznar «que informe con la mayor diligencia posible» de la autoría y circunstancias de los atentados. O sea que el mismo Zapatero que reclamaba hace siete años resultados en 24 o 48 horas, debe afrontar el hecho de que su número dos lleve más de un año sin atender un elemental requerimiento judicial encaminado a esclarecer esos hechos. Vergüenza sobre vergüenza.

Como bien ha dicho la tenaz, la valerosa, la admirable Ángeles Domínguez, presidenta de la asociación que presentó la querella contra el comisario Sánchez Manzano, «además de una mentira, la nota oficial del vicepresidente es una bofetada inmerecida a las víctimas». Durante más de un año se obstruye la acción de la justicia y ahora se niega la evidencia con desparpajo orwelliano. Oprobio sobre oprobio.

¿Qué hacer? El portavoz del PP ha dicho una gran verdad, por abrupta que parezca: «La mentira -y muy especialmente esta mentira- hace de Rubalcaba un apestado». Sólo queda actuar en consecuencia y responder a su desafío, señalándole una y otra vez con ese estigma, manteniéndole apartado de la comunidad de los demócratas, marcando todos los días el abismo moral que le separa del resto de los dirigentes políticos, hasta que reconozca los hechos y asuma sus consecuencias. Ésta no es una escaramuza más, sino un punto de inflexión ético en el que toda conciencia libre tendrá que retratarse.

apsimo y EL MUNDO______________________

Miente Rubalcaba cuando pretende ignorar que una juez ha ordenado a su ministerio que entregue información necesaria para investigar la conducta del jefe de los Tedax en el 11-M, que, vaya usted a saber por qué razones, constituye todavía un secreto de Estado.

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