miércoles, 7 de abril de 2010

Paco Larrañaga, preso vasco que salió del corredor de la muerte

Recogida de firmas organizada por Amnistía Internacional en apoyo a Paco Larrañaga.
(Foto: david montero)
"Rezo todos los días para que nadie pase por lo que he pasado; no he matado ni he violado a nadie"
Lleva casi tantos años dentro como fuera de prisión por un crimen que, jura y perjura, nunca cometió. Lejos del abatimiento, Larrañaga se siente con fuerzas para seguir adelante porque "nunca te acostumbras a estar en prisión siendo inocente", subraya el reo de origen guipuzcoano
Jorge napal
Donostia. Su estado de ánimo bascula entre la esperanza y el pesar por el tiempo perdido. "Me han robado la juventud", lamenta en una carta manuscrita remitida a este periódico Paco Larrañaga, el recluso de origen guipuzcoano que vive entre rejas desde 1997. Ahora en la cárcel de Martutene, sueña todos los días con que "la verdad salga a la luz".
¿Cómo se encuentra?
De salud muy bien, aunque de ánimo hay días malos y días peores. Pero sigo con fuerza.
Entró en la cárcel de Manila con 19 años y ahora, tras el traslado, se ha tenido que adaptar a un mundo diferente. ¿Ya ha "aterrizado"?
Sí, ya me he adaptado a esta nueva cárcel y a mis nuevos compañeros aunque nunca te acostumbras a estar en prisión siendo inocente.
Dice que está encantado con las condiciones de vida que ha encontrado en Martutene.
La verdad es que aquí todo es más tranquilo: la situación que viven los presos, los funcionarios… además se come mucho mejor que en Cebú (Filipinas), por no hablar de la higiene. En aquella prisión el retrete era un bidón de madera cortado por la mitad y sujeto por unos calces para apoyar los pies.
Aquello debía ser un infierno…
Todos los días a las 8.00 horas los últimos presos en llegar se dedicaban a vaciar el inodoro, una tarea que repetían a las 15.00 horas y a las 19.00, poco antes de encerrarnos de nuevo en las celdas. La situación en Manila, donde me mandaron después, era algo mejor, aunque tenías que pagar por la luz y el agua usada. En aquel lugar resultaba imposible comer. Era una cárcel muy peligrosa en la que nos hacinaban a 12.600 presos mientras que tan sólo había 80 funcionarios. En aquella prisión había armas y gente conflictiva. La gente moría, a veces por enfermedad, otras, como resultado de conflictos.
Aquella etapa quedó atrás. ¿Cuántas veces sueña ahora con el primer permiso de fin de semana?
La verdad es que nunca he soñado con ello, pero sí lo he hecho muchísimas veces con un juicio justo. He soñado frecuentemente con que la verdad salga a la luz, es algo que tengo presente desde el primer día.
¿Qué hará su primer día de libertad?
Ir a la iglesia más cercana y dar gracias a Dios, después ya veremos. Me han robado la juventud, el tiempo de estudios, me han robado las oportunidades que ofrece la vida a los jóvenes. Por eso no sé qué vendrá después, habrá que verlo. Por cierto, ese día también buscaré una sidrería para comerme un buen chuletón. Sobre todo de lo que tengo ganas es de pasar mucho tiempo con mis aitas, que sufren igual que yo y lucharon mucho sin rendirse.
¿Tiene alguna posibilidad de presentar recurso con el fin de rebajar la condena?
La situación es un tanto extraña ya que no hay precedentes en una extradición carcelaria entre Filipinas y España. Al parecer, no se sabe cómo conmutar la pena impuesta en Filipinas. El caso es que allí me pasé más de doce años, más los cinco meses que llevo aquí. Me rebajaron dos años y medio por buena conducta, pero todavía no he obtenido beneficios penitenciarios en forma de permisos o tercer grado. Mi esperanza está, en todo caso, en que los ciudadanos y el gobierno pidan mi indulto o, en su defecto, un nuevo juicio.
Destacan de usted su carácter afable y sonriente. ¿No le resulta difícil mantener esa estabilidad emocional y el buen humor después de tantos años privado de libertad?
Sabiendo que soy inocente, desde el principio he dormido bien, tanto por la noche como la tarde. La siesta española no la perdono ningún día. Pueden encerrar tu cuerpo, pero no tu alma, ni la felicidad ni el amor. Eso no lo puede encarcelar ningún ser humano. De este castigo me quedo con el amor que me ha mostrado la gente, doy gracias a Dios por seguir vivo.
¿Cómo es la relación con sus compañeros de la prisión?
Me llevo muy bien. Hay muchas personas distintas, gente que ha cometido errores y lo aceptan, pero no por eso dejan de ser buenas personas. Siempre me quedo con la parte positiva de las personas, y la verdad es que no me puedo quejar de los compañeros de celda que he tenido durante este tiempo, ya que todos tienen buen corazón. Por la cárcel corre un dicho que dice que si tienes un mal compañero de celda cumples doble condena.
¿Qué hace en el día a día?
Voy al colegio y participo también en un cursillo de cuero. Los cursillos son aquí muy importantes para sentirte válido, y como herramienta para reinsertarte en la sociedad.
Dicen que incluso ha comenzado a recibir clases de euskera….
Sí, en Filipinas no hay escuela más que para aprender a leer y escribir. Recuerdo que mi aita cuando se enfadaba me hablaba en euskera. A partir de ahora por lo menos cuando se enfade le podré entender mejor. Mis amigos y el compañero de celda me están enseñando cosas de la cultura vasca. Ya he podido oír la tamborrada y ahora espero verla pronto. También me gusta la cocina vasca y dispongo ya de unos cuantos libros.
Está en la cárcel desde hace más de trece años por un crimen que tanto usted como su familia siempre han mantenido que no cometió. ¿Uno se acaba por acostumbrar o es una pesadilla diaria?
Desde luego que es una pesadilla estar en la cárcel por algo que no has hecho. Es una tragedia para toda una familia, algo que no es deseable para nadie. Rezo para que nadie en el mundo pase por lo que he pasado.
El caso es que lleva casi tantos años en prisión como fuera de ella. ¿No tiene la sensación de perder la cabeza?
No, mis tíos (políticos de Filipinas) también sufrieron la cárcel por la dictadura y sus casos ayudaron a derrotarla. Yo sufriría más tiempo en la cárcel con tal de tener un nuevo juicio y que todo el mundo supiera la verdad, un juicio justo para que no se repitieran los fallos y las situaciones que yo sufrí.
¿Cómo cuáles?
El juez me condenó a veinte años tres meses antes de suicidarse. Dando por hecho que era una batalla perdida recurrir a la corte suprema, ya que el jefe de justicia del Supremo era tío-abuelo de las víctimas, quise que se conociera la verdad, y me condenaron a muerte.
¿Sigue teniendo fuerzas para luchar?
La fuerza no la he perdido ni la perderé. Es posible que no me convaliden los casi trece años que he cumplido en Filipinas, así que la fuerza y la fe han de ir conmigo. Aunque a veces desfallezca, Dios me da fuerza.
Las instituciones vascas y la ciudadanía le respaldan, pero también hay quien duda de su inocencia. ¿Qué les diría?
Es normal que mucha gente no lo crea, es algo que hasta entiendo, pero siento tristeza porque la gente no tiene información necesaria sobre todo lo ocurrido. Pronto sabrán la verdad. Las Naciones Unidas investigaron mi caso y acto seguido dijeron que debía estar en libertad puesto que era inocente. El jefe de Justicia de Filipinas hizo caso omiso a la decisión
Deia________________

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