lunes, 28 de febrero de 2011

Cuentos de Gijón: Nuestras prisiones

Procesados de otro tiempo que sufrieron durante siglos una cárcel insana, insalubre e insuficiente que nuestro Consistorio luchó por dignificar

Nuestras prisiones
FRANCISCO PRENDES QUIRÓS Anda la ciudadanía muy sorprendida, unos reventones de contento y otros enmudecidos de espanto, con el suceso de la entrada y estada en la cárcel provincial de persona de importante significación política y social y su ayudante, y de una cualificada funcionaria de las que no se contentan con el éxito del medro en el escalafón y el jugoso complemento mensual...

Tres en Villabona, podía ser el título de esta Marea..., que trae de cabeza a señores y señoras del alto estrado de la Justicia autonómica..., que no acaban de creerse lo que sus ojos ven...

Hubo un tiempo, antes de los tercos de ahora, en que nuestra villa tuvo hasta su cárcel propia, con su carcelero y su director... y este tiempo duró siglos...

En lo que hoy es Archivo Municipal, quizás el mejor y más documentado de nuestros servicios, lugar fuerte que conocemos como Torre del Reloj, palacio inexpugnable del rey don Pelayo, estuvo antaño la cárcel del partido.

Cárcel insana, insalubre e insuficiente. Presos hacinados. Revueltos criminales confesos con pobres pescadores, atrapados en pelea de borrachos por un quítame aquella maritornes.

No pocos directores del centro -y fue el caso del pobre señor Guinea que murió de pena al verse procesado por la fuga de unos presos desconsiderados-, para mejorar la condición de la casa, no dudaron en fabricar cancelas con sus manos, y hasta adquirir velas con sus pobres salarios...

Nuestro Consistorio luchó denodadamente por dignificar la cárcel y sus servicios. Hasta se dotó el Consistorio de concejales «visitadores» para acompañar al señor juez en sus rondas... Y don Gabino Iglesias, afamado cabo de serenos, se presentó y ganó el concurso para el suministro del rancho, a real por día y recluso...

No pocas personas de condición pasaron por los hediondos camastros del centro... en estancias más o menos largas, y siempre incómodas. De entre los más notables internos cabe señalar la persona de don Ángel Blanco, de lo mejor de Gijón, «Jove Huergo», venerable anciano, propietario, piloto del Real Instituto y alcalde que había sido en el primer Consistorio republicano...

Su encarcelamiento fue por sentencia firme, no por decisión preventiva, de la Audiencia Provincial. Para sus amigos fue sentencia injusta; para sus adversarios, que todo político y más si es alcalde tiene amigos y adversarios, aunque sea en un pueblo ingenuo, de sano clima, bien aireado por los vientos gallegos y bendito, además, por las aguas de San Pedro, como es el caso de nuestra Gigia, Xixón para los bilingües, Gijón para el común de los viajeros...

Los amigos del alcalde muselista repartieron a las solemnes puertas de la parroquial hoja impresa en los talleres de Sanz Crespo, en la que podía leerse esta tierna rima, que hoy, por el gusto de los tiempos, puede parecernos zafia y mohína:

Por enseñar la verdad

Cristo fue crucificado;

Por idéntica razón

Blanco se halla encarcelado.

Cristo muriendo en la cruz

Venció a los fariseos;

Siguiendo igual parangón,

Si Cristo venció en el Gólgota

Blanco vencerá en Gijón.

Cuando ingresó don Alejandro en la Torre de Pelayo era concejal electo de esta villa. Durante los 51 días que duró su prueba comió del rancho, obró en el caldero y no pudo acudir, y su ausencia quedó justificada, a las semanales sesiones de trabajo de la Corporación. En las actas se echan en falta sus propuestas bien razonadas y sabias iniciativas, que si no dieron agua a la villa, por lo menos no aumentaron la sed del vecindario... Blanco en la Torre sació su sed de justicia con buenas pipas de agua pura de Veriña...

También la cárcel padeció el concejal don Benito Conde, maestro republicano de la juventud gijonesa. No fue interno por Juez ni por sentencia, sino por torcida decisión gubernativa. Conseguir su libertad pronto fue deseo de casi todo Gijón...

La prensa democrática cantaba sus glorias. A su escuela acudieron los padres y los hermanos de sus alumnos para firmar los pliegos donde el pueblo exigía su libertad. El coro de la Asociación Musical Obrera le ofreció diarias serenatas. Algunos presos, de su mano, aprendieron a escribir y las primeras letras. Todos los días de la fonda La Florista, Vicaría 15, le servían almuerzo y cena...

Procesados, aunque sin entrar en prisión, estuvieron los alcaldes don Antonino Rodríguez San Pedro, por excarcelar a una presa para que diera a luz, regresándola luego a la Torre, sin que el juez interviniera..., y don José Domínguez Gil, y su primer teniente don Bernardo de la Rionda, que fueron, a más de procesados, apartados del ejercicio de sus funciones, por «exacciones» ilegales,... y cuando la Sala de la Audiencia, después del «calentón» del señor juez de instrucción, decidió el sobreseimiento de la causa fueron repuestos en sus cargos entre el júbilo de la Corporación, que a propuesta de don José Cienfuegos Jovellanos se consignó en acta, porque el buen nombre y honor de los dos procesados quedaban restituidos a la altura donde siempre habían estado...

Unos y otros...; cárcel para tirios y troyanos; procesamientos; dolores, ranchos y serenatas; fe, esperanza y caridad; jóvenes y venerables ancianos.

La muerte encontró el bueno de don Valentín Guinea por las penas de su cárcel...

¡Ojalá no vuelva a ocurrir otro tanto!

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